Historias paralelas: Sin miedo al olvido

Octavio César Mendoza

Segunda Parte

En la tradición política mexicana, todo gobernante pierde su poder cuando el pueblo elige a su sucesor. Desde que recibe su constancia de mayoría, el gobernante electo comienza a dar instrucciones metaconstitucionales, al abrigo de la condena del antecesor si este no obedece.

A Juan Manuel Carreras López, casi ex Gobernador del Estado, lo persigue una sombra de angustia que no lo deja dormir en paz. No puede vivir sin miedo.

En su afán de alcanzar el poder, Juan Manuel Carreras López negoció por la fuerza su arribo a la Gubernatura del Estado en 2015, al condicionar la libertad de Ricardo Gallardo Cardona, quien hoy se ha convertido en su sucesor.

Mediante maniobras sugeridas por sus más cercanos, puso un par de esposas en la espalda de todo un movimiento social encabezado por el propio Ricardo Gallardo Cardona, su entonces necesaria víctima política.

Alineados con el nuevo gobernante en este 2021, la mayor parte de los personajes de la vida pública de San Luis Potosí, tanto en el ámbito público como en el privado, reconocen que el núcleo del poder se ha concentrado en una persona: Ricardo Gallardo Cardona.

Su épica narrativa, parecida a la de un ídolo juvenil, también le ha concedido la posibilidad del ejercicio de la venganza contra sus adversarios, a modo de legitimación absoluta.

Esa legitimación pasa por el cobro de una factura que ha guardado durante años: encarcelar a Juan Manuel Carreras López; y ahora también a su secretario de Finanzas, Daniel Pedroza Gaitán. Al primero, por los desfalcos atribuidos a su administración, pero sobre todo, a la brutal imposición de su entonces naciente poder por sobre un hombre al que convirtió en víctima. Y al segundo, por encubrir al primero y patrocinar la campaña de su hermano.

Con el poder de la Cuarta Transformación transferido en automático hacia sus alforjas, Ricardo Gallardo Cardona se dirige hacia una cita cuyo signo es la fortuna de haber estado, precisamente, en el lugar y en el momento adecuados de la historia: en medio de una avalancha de repudio social hacia lo que representan los políticos tradicionales, y de un consecuente endiosamiento de su figura, identificada como propia en el espejo del pueblo.

Sí: Gallardo es la víctima y es el vengador.

Gallardo representa el enojo del pueblo, el deseo de venganza de la gente que se volcó en las urnas contra los rostros que no son como los suyos: los de los anquilosados personajes de la política vetusta que no quisieron comprender que los perfiles clasistas de los liderazgos partidistas tienen hartos a los electores.

Ahí encontró el cobijo necesario, y lo supo capitalizar, empujado por diversas fuerzas.

A ellos, los que están detrás de él, les urge arrasar con el pasado. Todo aquel que no use el uniforme de la “Gallardía” será tomado como parte de la escoria que la gente, el pueblo, quiere que deje de lucrar con el dinero público.

El pueblo votó por un gobernante que se parece al pueblo, que es del pueblo, y que ha vivido en carne propia los autoritarismos y las condenas de la “alta sociedad” que cobijó la política local. Un mártir y un héroe.

Ese resentimiento social puso fin a décadas de cacicazgo de un puñado de familias que han gobernado el Estado de San Luis Potosí, sin disminuir de forma notable la marginación y la desigualdad.

De los tres millones de potosinos que luchan a diario por sobrevivir, muy pocos lo hacen sin incomodarse demasiado, pues estos se han visto beneficiados del dinero público y de las conexiones con el gobernante en turno. Hablamos de un uno por ciento.

Al estudiar las amenazas que Ricardo Gallardo Juárez lanzó contra el aún Gobernador Juan Manuel Carreras López, queda claro que el objetivo principal de la “Gallardía” para acallar a sus opositores, es doblegar por completo al mandatario saliente.

A buen cálculo, saben que de esa forma no habrá adversario que se les oponga, y lograrán obtener lo que constituye la forma de disciplinar a los actores políticos: la sigilosa aceptación del nuevo régimen.

Empresarios, intelectuales, periodistas y otros personajes recibirán el mensaje con puntualidad, y preferirán tender puentes con la nueva dinastía gobernante; excepto aquellos que han sido previamente condenados a guardar silencio por su animadversión hacia quien fue víctima de los recursos que ellos utilizaron para hacerse del mando: intimidación, chantaje, manipulación y negociación de la libertad (física y política) a favor de sus intereses.

En el año 2015, Juan Manuel Carreas López negoció por la fuerza con quienes mañana serán sus verdugos, y luego cometió el error de mostrar “indulgencia política” contra un adversario que movilizó voluntades más allá de lo electoral, y después quiso apostar al olvido por el paso de los años, a tal punto que puso a Octavio Pedroza y a Mónica Rangel a pelear por el voto del PRI y el PAN, convencido de una estrategia sin sustento del “divide y vencerás”.

Carreras esperó y esperó a que la fortuna lo socorriera.

Rogó a la Unidad de Inteligencia Financiera. Rogó a un golpe sobre la mesa por parte del presidente de la República. Rogó por el triunfo de un candidato debilitado por su propia soberbia, lo cual le impidió pactar una negociación previa con los demás candidatos. Compró un billete de lotería que le aseguraría la impunidad y la tranquilidad, pero sus números no fueron los de la suerte.

Con todas sus esperanzas puestas en una impugnación por rebase del tope de gastos de campaña de Ricardo Gallardo Cardona, Carreras apuesta a la justicia divina de un Tribunal que revierta sus decisiones equivocadas desde que buscó obtener treinta mil votos de esa “Gallardía” a través de la extorsión disfrazada de “indulgencia política”.

Al hombre brillante le faltó inteligencia para mantener en prisión a su sucesor, y ahora se imagina preso.

Entre los diversos grupos de poder que apoyaron a Octavio Pedroza Gaitán buscan un culpable, sin querer asumir que dichos culpables son ellos mismos. Nadie ha causado más daño al PAN que su dirigencia y sus patrocinadores.

Echaron de su partido a todo aquel que exigiera una posición de participación, por favorecer su propia ambición grupal. Hoy reciben migajas de eso, y los dineros que obtuvieron por sus negociaciones en lo oscuro.

Hoy inicia una etapa donde la convulsión resultante de un cambio de modos de ser y hacer gobierno, se verán reflejados casi de inmediato; sobre todo entre quienes no aceptan que Gallardo haya sido más inteligente y eficiente que ellos a la hora de buscar el poder.

A pesar de su resquemor, muchos de los líderes de los sectores productivos tendrán que sentarse a negociar con el nuevo titular del Poder Ejecutivo, cuya compañía evitaban en las fiestas.

Los opositores leales a Ricardo Gallardo ejercerán su oficio de vigilantes de su actuar; pero aquellos que daban por sentado que un personaje como él nunca llegaría a ser Gobernador de San Luis Potosí, comenzarán a padecer de insomnio.

Algunos preferirán hacer maletas, y otros se resignarán a mantener el bajo perfil en rincones donde no resulten incómodos. Carreras López, seguramente, irá a tocar las sordas puertas de Palacio Nacional.

De ser cierta la amenaza de que poco le durará el gusto de ser Gobernador a Ricardo Gallardo Cardona, merced a las múltiples acusaciones que pesan sobre él, es indudable que eso no será óbice para que el partido en el poder siga sus instrucciones.

Y entonces las venganzas serán dobles, y se reforzarán las bases populares de la “Gallardía” dispuestas a combatir lo que resulte en agravio para ellos. Mejor no le muevan, que se incendia la pradera.

Colofón

Esta es la oportunidad de saber si Ricardo Gallardo Cardona adopta una postura como la de Andrés Manuel López Obrador, concediendo el perdón al hombre que, involuntariamente, lo convirtió en Gobernador del Estado de San Luis Potosí.

De ser así, quedará claro que el nuevo Gobernador se va a dedicar a trabajar para reunificar a los potosinos, incluyendo en su equipo a quienes no lo apoyaron en su momento, pero lo apoyan hoy, y lo apoyarán en el 2024.

Igual y todo estaba destinado desde el 2015 para que así sucediera en el 2021. Igual y resulta que el nuevo Gobernador no quiera perder el tiempo en sus adversarios moralmente derrotados, y tenga en mente la idea de proyectarse como un estadista, como un hacedor de obras que lo harán digno de trascender en la historia no sólo de San Luis Potosí, sino de México.

Mucho hace falta que el trabajo sea la verdadera motivación de todo líder.

A las y los potosinos, en general, nos corresponde seguir siendo críticos del poder en todas sus esferas; en tanto que a los medios de comunicación les corresponde ser aliados de la verdad.

A nadie debe temblarle la mano para escribir, ni la voz para exigir. Hoy más que nunca es necesaria la libertad de expresión para identificar los yerros y excesos de quienes gobiernan, así como para reconocer sus aciertos. Todo escenario es posible si hay libertad de expresión.

Hay que privilegiar el diálogo y promover la tolerancia, ahora sí, para vivir sin miedo; incluso sin miedo al olvido, como sucederá con algunos personajes dentro de un mes, cuando Ricardo Gallardo Cardona tome protesta como Gobernador Constitucional de San Luis Potosí, se anuncie la totalidad de los integrantes de su Gabinete, y comience una era donde los menos favorecidos vean recompensada su esperanza y su voto.

Y a quienes dudan que a San Luis Potosí le va a ir mejor, sépanlo: el poder que tendrá el Partido Verde en el Congreso Federal a partir de este año, y la necesidad que tiene la 4T de contar con su respaldo en las elecciones de 2024, harán que una negociación de alto nivel multiplique los recursos económicos destinados al desarrollo de San Luis Potosí.

A eso le apostó Ricardo Gallardo Cardona desde que vio que esta era su oportunidad de hacer historia.

Llegó la hora de cumplir las promesas, para que esa historia se convierta en trascendencia.

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