José Miramontes Zapata: “La egolatría es el símbolo más cabal del arte en México”

  • El director de la Orquesta Sinfónica de SLP, una vida de formación musical y militancia política.  
  • En entrevista, habla de su compromiso y conciencia social que comenzó con las lecturas de Rius.

José de Jesús Ortiz Báez

Se acaba de presentar el pasado 13 de febrero en la Berliner Philharmonie, como director huésped de la Orquesta Sinfónica de Berlín, una de las más prestigiadas de Europa, de la que salió ovacionado. Su formación musical comenzó a los siete años cuando aprendió a tocar el piano en el entorno familiar, continuaría luego a nivel académico y desde hace más de 20 años dirige la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí. Pero más allá de eso, José Miramontes Zapata (1960), es un personaje de su tiempo, con un compromiso social y una militancia política que no oculta. Su fe sigue intacta: marxista hasta la médula, en búsqueda permanente de la utopía de una sociedad mejor y más justa.

“A la fecha sigo pretendiendo declararme comunista, pero eso todavía no existe, es una utopía que no se ha alcanzado”, precisa, sentado en uno de los sillones de su domicilio en el barrio de San Miguelito, rodeado de libros y recuerdos.

Formado en un ambiente familiar en el que la música era tan natural como respirar, Miramontes Zapata aprendió desde pequeño a tocar el piano; siendo niño y adolescente estudió con los maestros Cristina Zárate, Gabriel Arriaga y con el cura Nicolás Díaz, y después durante un lapso en la Escuela Nacional de Música, de la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual abandonó al no sentir que le aportara en su formación musical. Posteriormente, fue becado por el Instituto México-URSS para estudiar música de 1989 a 1995 en el Conservatorio Nicolás Rimsky-Korsakov de Leningrado (hoy de nuevo San Petersburgo), especializándose en dirección coral y orquestal.

Su conciencia social y política se remonta a principios de la década de 1970 –fresco aún el recuerdo trágico de la matanza de Tlatelolco en 1968– cuando leía en la peluquería de su padre diversas publicaciones como las historietas legendarias de Eduardo del Río Rius, Los agachados y Los Supermachos, o la revista Por qué.  Años después, esa visión del mundo que comenzó a construir en la escuela secundaria lo llevaría a la militancia política de izquierda, en partidos como el Mexicano de los Trabajadores (PRT). “Era sensacional, tuve esa fortuna de haber estado en contacto con esas lecturas”, recuerda.

Proveniente de una familia compuesta por 15 hermanos, José Miramontes tiene una cabeza de genio, con el cabello alborotado y las manos en movimiento incesante como si estuviera al frente de la orquesta, con las que señala y pone énfasis en sus palabras. La tarde transcurre en su casa del barrio de San Miguelito, con un carácter relajado y una vocación didáctica para exponer sus ideas. A la distancia, el repique nostálgico de las campanas de la iglesia virreinal marca el paso de la tarde, mientras reconstruye en la memoria diversas etapas de su vida profesional y personal. 

Astrolabio: ¿Dónde nace su formación musical?, ¿usted creció en una familia con cierta formación musical, alguien en particular que haya sido determinante?

José Miramontes: Nosotros fuimos 15 hermanos, 10 nacieron en Real de Catorce, cinco en San Luis Potosí, siempre muy apegados a la Sierra de Catorce porque allá estaban nuestros primos, tíos, etcétera. Por el lado materno teníamos parientes que eran músicos, tocaban en bandas de tipo sinfónico, en las fiestas en toda la región de Catorce, Wadley, Charcas, cosas así, eran los animadores de las fiestas. Había clarinetistas, flautistas, acordeonistas, los tíos abuelos. Eso por el lado materno, por el lado paterno no había músicos, aunque es muy posible que exista un laso de parentesco con Arnulfo Miramontes, compositor jalisciense que básicamente pasó su vida en Aguascalientes, fue muy prolífico y es parte de la historia de la música de México. Es posible que haya lasos. Desde muy pequeños a mis hermanos mayores les inculcaron tocar el piano, uno de mis hermanos (Hilario, el mayor, ya fallecido) fue un excelente pianista, organista, excelente músico y su esposa Imelda es quien me enseñó a tocar el piano, me sentó un día en el piano, me acomodó los dedos y así empecé a los siete años.

Su aprendizaje continuaría al lado de la maestra Cristina Zárate de Govea, en el barrio de San Sebastián donde vivía. “Era muy famosa, muy estricta, había estudiado un tiempo en la Escuela Nacional de Música, en una época en la que era difícil que permitieran a una mujer estudiar en la Ciudad de México”, acota. Ella lo conectó después con el maestro Gabriel Arriaga, proveniente de una familia de compositores, su hermano Jesús había sido director de orquesta. Estuvo bajo su instrucción un tiempo efímero hasta que la maestra Zárate lo envió con el cura Nicolás Díaz, quien jugaría un papel importante en su formación musical.

“El padre Nicolás había estudiado música en la academia de Santa Cecilia, en Roma, era un organista muy bueno, un personaje ilustrado, realmente con un conocimiento enciclopédico de la música muy vasto. Había sido párroco en Cedral y luego en el templo de la Compañía, en Fundadores. Daba clases en el Instituto Potosino de Bellas Artes, que estaba recién inaugurado. Son los años 70´s. Cuando inicié clases con la maestra Cristina tenía nueve años, cuando llegué con el padre Díaz tendría 13 años. Con él fue la primera vez que tuve un planteamiento más académico hacia el estudio musical”.

Su paso por la escuela secundaria y el bachillerato transcurrió en los primeros años 70´s, etapa en la que surge la idea de estudiar música de manera académica en la Ciudad de México, aunque sus padres le exigían que estudiara una carrera “que le permitiera sobrevivir”. Terminado el bachillerato, a los 17 años, se trasladó a la capital del país donde presentó el examen para ingresar a la Escuela Nacional de Música de la UNAM. Conoció ahí a maestros esenciales en su formación, como Jorge Medina Leal, director de coros. Casi al mismo tiempo, comenzó a trabajar en la Nacional de Música como pianista.

A: ¿Terminó su formación en la Escuela Nacional de Música?

JM: No, no terminé la escuela porque la escuela no me daba nada, en realidad quien me daba conocimiento era mi maestro Medina Leal y mi maestro de piano, lo demás era la misma condición de fraude educativo, en este caso de fraude cultural que ha existido durante década en las instituciones culturales. No sentía que me aportara en mi formación, al contrario, yo sentía que era el que estaba empujando. En la parte musical la Escuela Nacional de Música poco me dio, después estuve un tiempo en el Conservatorio y pasó igual, desde la metodología que empleaban los maestros no me convencían.

A: ¿Le resultaba muy rígida la enseñanza o cuál era su cuestionamiento?

JM: Mi choque era que yo la sentía muy incoherente por una razón muy simple: en México el problema de muchos músicos que no teniendo buen nivel se dedican a sacrificar a posibles buenos músicos, a bloquearlos, se dedican a torpedearlos, a falsificar toda forma de conexión con la realidad y eso es un freno al desarrollo musical. Esto ha mejorado en las últimas décadas, pero esto es por influencia de lo que hemos retomado mucho de quienes hemos regresado al país. Casos como el del maestro Jorge Medina eran una excepción, maestros inspiradores, exigentes, estrictos, virtuosos y talentosos como él.

A: ¿Mucha mezquindad?

JM: Mucha mezquindad, mucha. La egolatría es el símbolo más cabal del arte en México.

En esos años, de finales de los 70´s, es cuando surge una primera posibilidad para estudiar en la antigua Unión Soviética a través de una beca, que coincide con el momento en que inicia también su militancia política. Pero hay otro hecho, azaroso como la vida, que modifica sus planes.

“Me sucede un accidente en la estación Pino Suárez del metro, en la que perdí muchas habilidades en la mano izquierda. Fue una caída de mucha gente en una escalera de esa estación, en el centro de la ciudad, me tocó la mala fortuna de estar entre los de más abajo y me fracturé la muñeca de la mano izquierda. No perdí toda la habilidad de tocar, pero sí perdí muchísimas habilidades y me costaba más trabajo. Ya no me fui a la Unión Soviética, podía haberme ido a esa edad, a los 19 años”.

El aprendizaje musical

Su currículum consigna una trayectoria profesional de más de 40 años: pianista, director de orquesta y coros; estudiante de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, becado por el Instituto México-URSS, para estudiar en el Conservatorio Estatal Nicolás Rimsky-Korsakov de Leningrado (1989-1995), con la maestra Tatiana Ivanovna Khitrova, Víctor Fediotov y Mikhail Kukuskin; impulsor en los 90´s del Coro de la Escuela Estatal de Música en San Luis Potosí, director de la Orquesta Sinfónica Juvenil Julián Carrillo y posteriormente fundador y director de la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí.

Una trayectoria en el ámbito estrictamente musical, la cual caminó en paralelo con sus convicciones y militancia política. De la mano la una con la otra. La misma piel. Fue esa militancia política, de algún modo, la que posibilitó su formación musical fuera de México.

A: ¿Cómo se da la oportunidad de estudiar en la Unión Soviética, en el conservatorio de San Petersburgo del cual es egresado?

JM: Yo empecé a trabajar (a finales de los años 70´s) como maestro en el sistema de educación normalista en el Estado de México, existían 52 normales en esa época. El hermano del maestro Víctor Urban, Gerardo, trabajó también en ese sistema y organizó los encuentros de coros normalistas y me dejaron a cargo del coro de la escuela Normal de Tlanepantla, ganamos algunos concursos en el estado de México. Después Víctor Urban me llamó para trabajar en Toluca en la Escuela de Bellas Artes dirigiendo el coro. Dejo Tlanepantla y me voy a Toluca, ese coro se volvió muy famoso, trabajaba de 15-20 horas semanales, con jóvenes. Yo era más joven que muchos alumnos, tenía 18 años.

Siguió así en aquellos años, hasta que nuevamente apareció el azar de su lado y la posibilidad de estudiar fuera del país. Fue en algún evento oficial en Toluca para celebrar el Día Internacional de la Mujer, para el cual invitaron el coro a su cargo. También, en el evento había sido invitado el agregado cultural de la Embajada de la Unión Soviética quien al final se le acercó para saludarlo y conversar. Le ofreció apoyo para poder estudiar en su país con una beca a través del Instituto México-URSS, junto con su esposa (casado ya en aquellos años).

“Lo consideramos y pensamos que era una oportunidad muy buena para hacer un trabajo más serio. Sentía que no había tenido ningún aprendizaje serio, que todo lo que había hecho con los coros lo había hecho intuitivamente y un tanto a ciegas. Me animé y decidí irme”.

No le interesaba estudiar dirección musical, tenía una concepción diferente de lo que era la dirección de orquesta y consideraba unos “payasos” a muchos de los directores. “Llego a hacer el examen (en dirección coral) al Conservatorio de Leningrado y lo primero que me dicen es ¿qué va a dirigir? Yo nunca había dirigido, todo lo hacía desde el piano, hacía señales, pero dirigir en el sentido estricto de un director al frente de una agrupación dirigiendo eso no, no sabía cómo se movían las manos”.

A: ¿Habían pasado ya 10 años desde la primera ocasión en que tuvo la opción de estudiar en la Unión Soviética?

JM: Sí, había pasado una década. La primera ocasión que tuve la oportunidad de irme no lo hice porque empezó mi militancia política en la izquierda y por el accidente en el metro, la fractura múltiple en la mano izquierda.

En el país de los zares y luego de los bolcheviques, estuvo seis años (1989-1995), le tocó presenciar el desplome del imperio soviético, el fin de una era y de una utopía que para bien y para mal marcó todo el siglo XX.

La formación y militancia política

El maestro José Miramontes recuerda como si fuera ayer aquellos años formativos en los cuales comienza a cobrar una incipiente conciencia social, decisiva en los años por venir. Estudiante de la secundaria Jaime Torres Bodet, dice que la influencia de algunos profesores, sumado a las lecturas que hacía en la peluquería de su padre, son parte esencial de su proceso de formación política. Destaca también el papel de su madre como un ejemplo ético, en el contexto de una familia tradicional, conservadora.

“La influencia de mi madre es muy importante, siempre la recomendación de ella era que hiciéramos las cosas bien, que no robáramos, no hiciéramos daño, no tomáramos lo que no era de nosotros y fuéramos derechos. Ese valor ético, moral en la familia fue muy importante, a pesar de provenir de una familia conservadora, religiosamente muy cercana al fanatismo de parte de mi padre, que quedó huérfano a los siete años durante la Cristiada. Lo que no conozco de su historia es si su padre (mi abuelo) que era un rico hacendado fue muerto por los cristeros o los federales. Mi padre era de Villa Guerrero, entre Zacatecas y Jalisco, cerca de Pinos.  En esa zona es muy importante la Cristiada, como lo fue en gran parte del país, aquí mismo en Armadillo, Villa de Arriaga, Matehuala, la propia ciudad de San Luis”.

Y añade: “El padre de mi papá era muy rico, tenía propiedades en Villa Guerrero. Decía mi padre que su papá lo cargaba, le veía el sombrero y lo tenía lleno de monedas, pero queda huérfano muy pequeño y pasa a la tutela de un tío que era cura. De ahí viene esa formación conservadora. Todos mis hermanos estudiamos en el Colegio Motolinía”.

A: ¿Y cómo se da el acercamiento a las ideas de izquierda? ¿Sucede en México?

JM: No, eso sucede en San Luis, en la secundaria, en la Torres Bodet. Creo que se da a través de algunos maestros que influyeron mucho, como Abraham Alzamora Zurita y otros. Las clases de historia universal con él eran fantásticas. Fue un choque, que llegara el maestro y dijera: “Dios no existe”. Ese es un flashazo, clave, que te permite irrumpir en uno de dos campos: irrumpes en el campo de lo que empiezas a considerar que son tus derechos y el ejercicio de ciertas libertades o irrumpes en el campo de lo otro, de lo que niega lo otro. Esto fue en 1970.

A: ¿Estaba muy fresco 1968, Tlatelolco?

JM: Sí estaba muy fresco, aunque la visión que yo tenía del ´68 era absolutamente ridícula, absurda por todo lo que se publicó entonces, excepto en la revista Por qué y Sucesos para todos, de Gustavo Alatriste. También, estaba ya mi maestro Rius, el gran caricaturista. Tuve la fortuna de que mi padre tenía una peluquería, nosotros le ayudábamos como boleros o limpiando los sacos. Ahí nos llegaban las revistas, Por qué, Sucesos, Los Supermachos, Los agachados y hasta la revista de información de la Embajada de la URSS, que llegaba cada mes. La peluquería estaba en la Alameda, en la parte interior donde está la gasolinera, en el callejón. Rius fue muy importante, era sensacional. Tuve esa fortuna de haber estado en contacto con esas lecturas, más lo de la secundaria que influyó mucho.

Después de la secundaria, ingresó a la Preparatoria 3 de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y luego de ello se asentó en la Ciudad de México para estudiar en la Escuela Nacional de Música. El país es un hervidero político, está en curso la reforma política con la que se legaliza al Partido Comunista Mexicano y amnistía a parte de los presos políticos producto de la represión de 68-71 y de la guerra sucia del régimen para aniquilar a la guerrilla. Es en ese contexto en que inicia su militancia en la izquierda.

“Me toca la etapa de la huelga del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM) de 1979, donde organizamos un comité estudiantil de apoyo a la huelga; luego de eso creamos el MARE (Movimiento Artístico Revolucionario Estudiantil, de la Nacional de Música), teníamos conexión con otros grupos de la UNAM. En ese proceso de apoyo a la huelga conocí entre los trabajadores de la Nacional de Música a gente que jugó un papel muy importante en mi formación política, gente que me permitió empezar a ubicar la inquietud de la simple rebeldía a inquietud de estudiar, de leer, de analizar, de no lanzarse a lo cabrón ni cosas de esas. Ellos me invitan a la militancia, previo a la formación del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores)”.

A: ¿En esa época cómo se definía ideológicamente, en el espectro de la izquierda?

JM: Yo pretendía declararme comunista y a la fecha sigo pretendiendo declararme comunista, pero eso todavía no existe, es una utopía que no se ha alcanzado. Realmente el símbolo del término comunismo para quienes entramos en condición de cuestionamiento de la pobreza, de la desigualdad, del robo, del ultraje, del despojo a la mayor parte de la sociedad nos lleva inevitablemente a situarnos ideológicamente así.

A: ¿Se definía como comunista?, ¿el PRT era de orientación trotskista?

JM: Al trotskismo hay que redefinirlo en la idea general que se tiene del concepto, hay una narrativa o etiqueta de que es algo diferente al comunismo. Pero es una etiqueta que crean los estalinistas. En México hay que recordar el papel de Lombardo Toledano o de David Alfaro Siqueiros, un mitómano, con un espíritu malévolo… Habría que hacer una distinción, la primera vez que tuve contacto con la imagen de Trotsky fue en las revistas que leía en la peluquería. En esa primera imagen recuerdo que se describía el asesinato de Trotsky, yo era muy pequeño para entender, pero me quedé impactado porque venía ilustrado lo del piolet (con que lo asesina Ramón Mercader) y de cómo se defiende. Años después, cuando leí la biografía escrita por Isaac Deutscher, dije ¿pues quién escribió e ilustró aquello? Claro, me definiría como antiestalinista, crítico de las desviaciones de un proceso político.

A: ¿Qué le pareció la novela de Leonardo Padura sobre Trotsky, El hombre que amaba a los perros?

JM: Es un libro extraordinario y muy valiente. Es muy objetivo, manejó muy bien los datos, las referencias que utilizó de sir Edward Hallett Carr, de Isaac Deutscher, del propio Trotsky y la biografía de Stalin. Además, Padura tuvo una virtud: trató de no caer en la parcialidad, aunque al final se parcializó, pero lo deja un tanto en el ámbito del lector, de por qué Ramón Mercader mató así. El papel de la madre de Mercader es terrible, estaba enferma, es quien lo está empujando, en una ambición histórica perniciosa. Es un libro soberbio, con gran calidad narrativa.

Su conocimiento de la historia política rusa en las primeras décadas del siglo pasado es enciclopédico, como si estuviera frente a un auditorio expone trazos puntuales de los debates políticos que se dan en aquellos años previos a la formación de la Unión Soviética, pugnas entre diversas facciones bolcheviques en el contexto de la Primera Guerra Mundial.

Dice: “el primer enfrentamiento entre Trotsky y Lenin se da en el Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, en ese congreso a Trotsky le llamaban La pluma y le llamaban también ´el látigo´ de Lenin, porque Lenin proponía y pinche Trotsky salía y deshacía todo, pero de pronto La pluma se le vuelve en contra en ese mismo Congreso por una cuestión sobre el centralismo democrático defendido por Lenin, el cual Trotsky consideraba la célula de la corrupción de un Estado. Esa es la gran diferencia. Después cuando se da el reencuentro entre ellos en abril-mayo de 1917, con todas las tareas que había que hacer anteriores a los acontecimientos de octubre, no hay problemas, no hay diferencias sustanciales”.

“La declaratoria del Comité Central del partido bolchevique respecto al Cáucaso ordenaba que no se hiciera uso de la fuerza contra georgeanios, armenios y azerbaiyanos. Stalin es responsable de esa tarea, era georgeanio y lo que más odiaba era a su propio pueblo y a los armenios. Ese proceso se volvió en que hubo un abuso de la bolchevización en el Cáucaso cuando el mismo Cáucaso tenía las posibilidades de transformarse por voluntad propia, quedan libres por los Tratados de Brest-Litovsk (para poner fin a la intervención rusa en la Primera Guerra) que acordó Trotsky. Ahí tenemos un escenario en el que tenemos la fórmula de Trotsky: paz sin anexiones, con ello confrontaba a los alemanes: habrá paz, pero sin ninguna anexión territorial. Es decir, Rusia se deshace de todas las anexiones que había durante el zarismo, son los países bálticos como Rumania, Bulgaria, Ucrania, Georgia, Azerbaiyán y Armenia, y mira lo que se está pasando ahora: esos son los principales países, plataformas, de la posible agresión directa a Rusia. ¿Está cabrón verdad?”.

A: Usted llega a la URSS en 1989, a los 28 años, ¿le toca presenciar la etapa reformista de Mijael Gorvachov?

JM: En realidad me toca presenciar las consecuencias nefastas del reformismo de Gorbachov. La Perestroika (que impulsa Gorbachov) es una etiqueta, una definición formal que usa el gobierno soviético y la prensa occidental. Con ese reformismo se aplican políticas de shock, neoliberales a cambio de la condonación de parte de la deuda con el Fondo Monetario Internacional.

A: ¿Su llegada a la Unión Soviética en ese contexto político reformista, modifica su visión ideológica?

JM: No, no, se me reafirma el concepto de Trotsky respecto a la Unión Soviética, cuando dice que esto no es un Estado socialista sino una burocracia de partido y se me reforzó el contexto de una idea sobre el capitalismo de Estado… No me sorprende lo que encuentro, aunque sí me lastimó mucho ver a las masas rusas y el sistema de corrupción tan alto.

El compromiso social

No escapa el maestro Miramontes Zapata a su trayectoria política al lado de diversas causas sociales. En los últimos años, ha destacado como una voz crítica del proyecto de depredación ambiental que se intentaba (se intenta) hacer en la Sierra de San Miguelito a través de un complejo inmobiliario impulsado por las élites económicas locales. Fue una de las pocas voces provenientes del campo de la creación artística o de la academia que expresó de forma pública un pronunciamiento en contra de dicho proyecto de desarrollo que afectaría a más de dos mil hectáreas.

José Miramontes Zapata (derecha) junto a Carlos Covarrubias Rendón (derecha), guardián de la Sierra de San Miguelito.

A: ¿Qué representa la Sierra de San Miguelito para usted?

JM: La Sierra es algo muy especial, tiene que ver en primer lugar con toda mi diversión de infancia, todo lo que fue mi proceso infantil y la adolescencia, todo eso tiene que ver con la Sierra de San Miguelito. Entonces existía el Cerro de la Pepsi, el Cerro de la Corona, había un zoológico pequeño en el Cerro de la Corona, pequeño si se quiere, pero era la oportunidad de ver cosas que no se tenían en la vida cotidiana.

Su activismo social y militancia política lo llevó también a coordinar en el estado las sucesivas campañas presidenciales de Rosario Ibarra de Piedra (1982 y 1988), la figura icónica en la lucha por los desaparecidos político postulada por el PRT.

“No teníamos militantes aquí, teníamos algunos colaboradores, aunque era un grupo muy pequeño. Estaba Juanito Alanís, que me ayudó mucho, sobre todo en la primera campaña. Yo terminaba de trabajar en la escuela en Tlanepantla y me venía para San Luis. La actividad era muy limitada, básicamente en la ciudad de San Luis, no teníamos recursos para la difusión y el trabajo político”.

Muchos años después de aquellas campañas presidenciales a contracorriente, ve con simpatía el proceso político que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque marca también una distancia crítica.

“López Obrador en mi opinión es un demócrata del tipo de la socialdemocracia más extrema, más allá de eso no va. No es un revolucionario, un socialista, no es ni siquiera como Lázaro Cárdenas, pero es un socialdemócrata convencido y en eso hay que apoyarlo en el sentido de que le demos ventajas al pueblo mexicano con medidas que le favorezcan. Él no tiene la visión de derrocar al capitalismo, eso no está en su lenguaje, al contrario, llama a la República amorosa. Hay una especie de seudo populismo que no está mal, no está mal que las clases explotadas se libren de ciertas condiciones de pesadumbre social… Es un tipo que conoce muy bien la historia y a México, pero no está exento de vulnerabilidades”.

A: ¿Usted lo apoya?

JM: Yo apoyo todo lo que beneficie a la clase obrera, a los campesinos, a los jornaleros, todo eso lo apoyo. Yo fui el primero que le envió una carta (ya en el gobierno) respecto a las asociaciones civiles para que no nos quitaran el apoyo y nos hicieron caso. Seguimos trabajando como asociación civil, sin eso no podríamos seguir dando conciertos.

A: ¿En su trayectoria profesional, ha tenido alguna vez problemas por sus ideas o militancia política y que su trabajo se haya visto afectado?

JM: Afortunadamente puedo demostrar que mi trabajo profesional está por encima de cualquier idea política. Cuando han pretendido eso pues no ha funcionado. No sé qué vaya a pasar en el futuro, en este sexenio (del gobierno de Ricardo Gallardo) ellos tienen el derecho desde el punto de vista legal a decirme gracias y se acabó.

A: ¿Qué es lo que más satisfacción le deja en todos estos años de trabajo de la Orquesta Sinfónica?

JM: Creo que el que tengamos ejecuciones musicales de obras complicadísimas, que tienen un nivel extraordinariamente superior, más allá de haber estado en Viena o de que nuestros jóvenes de la orquesta hayan estado en Pekín. Y sobre todo el hecho de que están sembrando aquí una visión diferente, más cercana a observar y objetizar la actitud del trabajo musical como una profesión en el sentido estrictamente curricular. También, hemos estado en muchas comunidades, en el contacto con la gente, lo cual es increíble.

A: ¿Cómo se puede trascender o superar la concepción de que la música clásica es música para una minoría culta, para una élite educada, que el resto de la sociedad como en esas comunidades de las que habla no entiende?

JM: Es muy simple, hay que llevar la Orquesta Sinfónica a esas comunidades y su sensibilidad va a hablar, los va a mover. Quienes se sienten muy cultos en realidad son unos incultos, son unos imbéciles, esos que alardean de saber de música no tienen un conocimiento real. Es absurdo.

A: ¿Falta llevar a las comunidades a la Orquesta?

JM: Sí, pero falta generar más orquestas en las propias comunidades, con jóvenes y niños, que justamente desde la comunidad generen ese contacto. Creo que es una responsabilidad del gobierno federal, estatal y las autoridades municipales.

A: ¿Y cómo ha sido su relación con los políticos?

JM: Me relaciono con ellos por mi trabajo, pero no tengo compromisos, eso no. Los políticos son como el carajo, en cuanto te miran y te hablan ya apestan a ajo. Siempre con un interés. He tenido la inteligencia de no asumir posiciones políticas gubernamentales.

Cae la noche, la plática junto al mezcal se extiende, mientras, José Miramontes muestra las imágenes que rodean las largas paredes de su espacio de trabajo, fotografías de sus maestros insignes como Tatiana Khitrova, libros y enciclopedias por toda la casa. Parte de su vida y su memoria.

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