La moral de Morales

Octavio César Mendoza

Todo cambio de liderazgos dentro de las estructuras de poder gubernamental suele generar una suerte de “limpieza étnica” institucional cuya finalidad no es corregir vicios o mejorar servicios, sino relevar beneficiarios de los “compromisos”.

Así, las rebanadas del pastel son nuevamente distribuidas entre los integrantes de un círculo de complicidad cuyo epicentro es el que parte y reparte y, por ende, al que le toca la mayor parte.

Así, dentro de los usos y costumbres forjadas por la gobernabilidad corruptora del modelo priyista, se conserva la del relevo generacional: quítate tú para ponerme yo, porque ahora toca robar a otros, trabajar a otros, servir a otros.

En esta práctica ritualista de ascenso y coronación del nuevo director, secretario, gerente o mandamás, éste toma para sí y los suyos el control de los recursos a modo de botín grupal, para dar continuidad y salvación al “proyecto político del partido” y con ello allanar las vías que conducen hacia el usufructo patrimonialista de los dineros del pueblo.

Así le hacía justicia la revolución a grupos enteros de políticos que tenían, en la Presidencia de la República, una tabla de naufragio para ellos y sus familias, para salvarse y salvarlas del naufragio provocado por el continuo saqueo de las arcas públicas, que es como desfondar al barco de la patria en el que navegamos todos.

Cuando Andrés Manuel López Obrador arribó al poder, dio inicio a la llamada Cuarta Transformación, entre cuyas reformas estaba la de trasladar a los beneficiarios de los programas sociales el recurso público asignado, teniendo para tal tarea la necesidad de nombrar a los famosos súper delegados que serían, a su vez, los formadores del nuevo tipo de héroes mexicanos: los Siervos de la Nación; esas almas impolutas que llevarían las albricias de la repartición de la riqueza a los más desfavorecidos, a esa inmensa clase trabajadora y popular desencantada del PRIAN.

En San Luis Potosí, recordemos, fue nombrado Gabino Morales, quien de forma discreta fue trabajando con los ideales del nuevo modelo de pureza, casi a la perfección, por nota. Primero con un señor de apellido Carreras como adversario, y luego con Ricardo Gallardo Cardona como aliado.

Pero a Gabino Morales le despertó un deseo aspiracional un Pepe Grillo notarial, que lo puso en diversos predicamentos por su propia ambición de reconocimiento social y poder público. De ahí en adelante, todo es historia que se volvió histeria.

Sí, esa condición de paroxismo, ese maléfico sustento de la carne, esos resortes implacables del poder que hacen brincar al poseso de la cama. Y he ahí que de espiritual forma la ambición se apropió de los cabales de otro Morales, de nombre Guillermo. Memo, para los cuates.

Al principio, como en toda historia de amor, Memo daba pases de pulcritud, se movía en silencio por las oficinas, sonreía con nobleza iridiscente. Luego, comenzó a mostrar aires de grandeza, se despojó de los atuendos de humildad que lo vestían, y se colocó la armadura del guerrero medieval, y con esos arrieros comenzó una persecución de la moral ajena. Todo lo que oliera a Gabino, debía ser expulsado del paraíso de la 4T, o hacerse a un lado en lo que terminaba la administración de AMLO.

Como en esas historias paralelas, había dos Morales: el bueno, y el malo. Sólo que no lo sabían. Pero la cruel realidad descubrió cuál de los dos Morales buscaba hacerse del poder absoluto, de tal manera que al pueblo de Morena le comenzó a calar la ausencia del Morales bueno; y más a aquellos que se les hizo espanto la aparición del Morales malo, que tenía la cara, pero no tanto.

Este joven descubrió que el cielo era el límite, así que rompió el mismo con trabajadoras y trabajadores de la antes feliz dependencia. El objetivo: abarcar lo más posible, colocar a sus leales, aplastar al antecesor, tenderse ante los pies de la futura presidente, y evitar la negociación de la plaza con el Verde. Todo eso porque su Señor Ego se lo dictó como preciso, como tabla de ley, como iluminación divina.

Qué lejos quedaron los tiempos donde la convicción ideológica era el argumento esencial de los Morenos, donde el pensamiento divergente era una oportunidad de encuentro, donde los objetivos sociales estaban por encima del interés personal. Para la moral de Morales, nada de eso tiene importancia; tampoco que Morena avance en las urnas, ni que gane Claudia, ni apoyar a Rita. El único y real compromiso de Memo es consigo Memo. Como el meme.

A estos oídos acostumbrados a atender la inquina por acceder al chisme, fueron llegando por correo el cúmulo de quejas que se apilaron hasta formar esta columna de palabras: servidoras, servidores, funcionarios leales, gente comprometida, están que no soportan al Superdelegado. Es asombroso: incluso su círculo cero ya lo encuentra afectado por el mareo de las alturas a las que su acostumbrada medianía ha sido sometida por el acceso a un poder anhelado pero incomprendido.

Hoy, la delegación del Bienestar sufre de malestares complejos, rebeldía intestinal y desesperación mental ante la soberbia de su encargado, al grado que el posible arribo del suplente de Rita, una vez pasados los comicios, comienza a verse como un signo de nuevos mejores tiempos que llegarán con alegría.

Caray: tan agusto que estábamos.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.

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