Los países con mayor riesgo de sufrir un próximo gran terremoto

 

Ciudad de México (20 de abril de 2016).- El pasado 16 de abril a las 18:58 h (hora local), se produjo el terremoto en Ecuador como resultado del movimiento de la placa de Nazca y la placa Sudamericana. Como consecuencia se originó un sismo de 7,8 de magnitud, seguido de centenares de réplicas con magnitudes que varían entre 3,5 y 6,1, que fueron registradas por el Instituto Geofísico de Ecuador. La localización del hipocentro frente a Pedernales (Manabí), a solo veinte kilómetros de profundidad, explica las terribles consecuencias materiales y la pérdida de vidas humanas tras el terremoto en Ecuador.

Aprender a convivir con los terremotos.

“Tenemos que aprender a convivir con los terremotos”, explica a Hipertextual laDra. María José Jurado Rodríguez, investigadora del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera. La experta sostiene que, tras el terrible terremoto de Ecuador, debemos “conocerlos mejor investigando y estar preparados para evitar sus consecuencias sobre las construcciones”.

“Lo cierto es que los terremotos no causan víctimas en general, como mucho desprendimientos en montañas con pendientes inestables, como sucedió en el Tíbet”, apunta la científica. “Son las construcciones que se derrumban lo que causa víctimas”, aclara. Eso fue precisamente lo que ocurrió en el seísmo que afectó a Ecuador, donde el temblor de la Tierra terminó con edificios, puentes o partió a carreteras en dos. Dicho temblor fue ocasionado porque la placa de Nazca (oceánica) se sumerge dentro de la placa Sudamericana o continental, un proceso conocido como subducción que ocurre a una velocidad de 61 milímetros por año, según expertos del US Geological Survey de Estados Unidos.

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Como consecuencia de la subducción, “se generan tensiones en el terreno que provocan que rompa o, lo que es lo mismo, que se formen fallas”, explica Jurado Rodríguez. Esto implica que se desplacen bloques en el subsuelo y, como consecuencia, se liberen tensiones que provocan los terremotos. En otras palabras, los movimientos de subducción de la placa de Nazca hundiéndose por debajo de la placa continental no solo se dan en Ecuador. Al citar ejemplos de estos límites entre placas y los procesos de subducción, la geóloga recuerda las localizaciones lo largo de la costa del Pacífico en América del Sur. Por este mismo motivo se originó el famoso sismo de Chile de 2010, que con una magnitud de 8,8 provocó 525 muertos y 25 desaparecidos.

En el caso del terremoto en Ecuador, se determinó que el riesgo de seísmo era alto. En ese sentido, ¿es posible conocer con antelación dónde va a ocurrir el próximo gran seísmo? Jurado Rodríguez sostiene que el sismo de Chile de 2010 o el de Nepal de 2015 también habían sido señalados como “probables”. “El problema es que en la Tierra hay cantidad de zonas en esas condiciones y no podemos evacuarlas todas. También se sabe que ocurrirá un terremoto próximamente, pero puede ser en 2, 5, 20, 30, 50 u 80 años. Eso a escala geológica es un suspiro, pero a escala humana, toda una vida”, afirma la especialista. “Por eso la solución, en el caso de que no se quieran ni puedan abandonar todas las zonas de riesgo es que se hagan construcciones adecuadas a esa sismicidad”, añade.

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El grupo de investigación de Jurado Rodríguez se encuentra en la actualidad estudiando una región en Japón. “La zona donde estamos perforando en la subducción se eligió porque allí toca un gran terremoto, de magnitud alrededor de 8, pero no podemos precisar si va a ser ahora o en una década. Sabemos que se está acumulando energía y se liberará con una falla, terremoto y un posible tsunami en algún momento próximo”, comenta a Hipertextual. Japón no es la única zona de riesgo. La falla de San Andrés en California es un ejemplo de límite transformante entre placas tectónicas, que provoca seísmos que afectan a Los Ángeles y San Francisco. El problema es que es muy difícil determinar cuándo ocurrirá el próximo temblor.

“Nápoles ha sufrido terremotos y erupciones muchas veces, y volverá a haberlas”, afirma la geóloga. “Pero tras la destrucción, ahí vuelve a vivir la gente. En Japón también pasa”, señala Jurado Rodríguez. La investigadora del ICTJA-CSIC recuerda que la isla de El Hierro seguirá creciendo a base de erupciones volcánicas como la de 2011. “No sé si yo veré otra erupción allí”, comenta la experta para explicar las diferencias que existen entre la escala geológica y la escala de una vida humana. A nivel de seísmos, en su opinión, “se conocen las zonas donde pueden darse grandes terremotos, tanto por su localización geológica, asociada a bordes de placas en general convergentes (con procesos de subducción o transcurrentes), como por grandes terremotos anteriores, y que registran además una actividad sísmica continuada”.

En otras palabras, en las zonas activas sísmicamente, como fue Ecuador y siguen siendo Chile, Japón o California, “la mejor prevención a día de hoy es mejorar la adecuación de las construcciones a la magnitud de terremotos que pueden esperarse”, sostiene. A su juicio, “mejorando ese aspecto, se mitigarían notablemente los efectos de los terremotos”. La investigación trabaja para mejorar el conocimiento de la dinámica de las fallas que dan lugar a los seísmos mediante estudios geológicos, sismológicos y geodéticos.

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“Es posible conocer algunas zonas con elevada probabilidad de que se generen terremotos, aunque sin precisión sobre cuándo pueden ocurrir”, lamenta la especialista.

Los ejemplos mencionados son países con mayor riesgo de sismicidad que otras zonas del planeta. Es aquí donde, según Jurado Rodríguez, “conviene mejorar la instrucción de la población sobre cómo actuar en caso de terremoto, además de elaborar planes de evacuación y sistemas de alerta sísmica y por tsunamis”. Solo así podremos estar preparados frente al próximo gran seísmo, aunque todavía no podamos determinar el momento en el que ocurrirá.

Fuente: Hipertextual.
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