Estela Ambriz Delgado
Tras casi 30 años de lucha, el pueblo wixárika logró que la Ruta por los sitios sagrados a Wirikuta fuera inscrita en la Lista de Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como Bien en Serie, con lo que se muestra su valor excepcional y se convierte en la primera tradición indígena viva de Latinoamérica en recibir el reconocimiento.
El sábado 12 de julio el Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO emitió la declaratoria de este corredor ceremonial de más de 500 kilómetros, que atraviesa los estados de Nayarit, Jalisco, Zacatecas, San Luis Potosí y Durango, y que conecta diversos municipios donde se encuentran más de 20 sitios sagrados.
La declaratoria destaca la importancia de preservar las prácticas culturales y espirituales de los pueblos indígenas, en este caso del itinerario sagrado Tatehuari Huajuyé (El camino de nuestro abuelo fuego), que es considerado una de las rutas precolombinas en uso más representativas de América.
La ruta es fundamental para la cultura wixárika, ya que representa el camino que recorren los peregrinos para honrar a sus deidades y mantener el equilibrio entre el mundo natural y espiritual. Además de que es un ejemplo excepcional de la interrelación entre cultura y entorno natural en las prácticas espirituales de los wixaritari.
Comprende 20 sitios sagrados, entre los que incluye Tatei Jaramara, en Nayarit; Huaxa Manaka, en Durango; Tuapurie, en Jalisco; y Wirikuta, en San Luis Potosí, siendo este último de gran importancia, fundamental para la espiritualidad del pueblo wixárika, ya que de acuerdo con su cosmogonía es considerado el lugar de la creación del universo.
En el caso de la entidad potosina, además del municipio Catorce, donde se encuentra Wirikuta, pasa por Villa de Ramos, Salinas, Charcas y Villa de Guadalupe.
Pese a su reconocimiento, la ruta enfrenta graves amenazas que incluyen la expansión agrícola e industrial, las concesiones mineras y la disminución del peyote silvestre en Wirikuta, por lo que la declaratoria de Patrimonio Mundial obliga a los gobiernos locales a asumir responsabilidades claras en materia de conservación, protección y difusión cultural.