Tumba maldita: Tutankamón

howardcarter

¿Recuerdas la película de la Momia donde, por abrir un libro conocido como “El libro de los muertos” y leer ciertos fragmentos, se desarrollaron hechos bíblicos? Pues quizá la ficción no esté tan lejos de la realidad.

En 1922 los arqueólogos Howard Carter y Lord Carnarvon abrieron la tumba del faraón egipcio Tutankamón; a partir de ahí, comenzaron una serie escalofriante de sucesos…

La maldición del faraón.

Se dice que el propio espíritu del faraón muerto había provocado una maldición que acabaría envolviendo en desdichas a los que habían violado su tumba. De hecho dicen que cuando el último hombre de la expedición salió de la tumba, una tormenta de arena se desencadenó en la zona, siendo más intensa en la entrada de la cueva; y que después un halcón voló por encima de la tumba y se marchó en dirección oeste, donde según las creencias egipcias, se halla “el otro mundo”.

La catástrofe después de abrir la tumba.

5 meses después de este acontecimiento, Lord Carnavon encontró la muerte en la picadura de un mosquito que se le infectó y lo mató de debilitamiento. Pero no es todo, en aquél momento, todas las luces de El Cairo se apagaron y de forma simultánea, su mascota que se encontraba en su casa de Inglaterra también murió. Lo más curioso es que, al analizar la tumba del faraón egipcio, los médicos encontraron una depresión con forma de cicatriz sobre la mejilla ixquierda, justo en el mismo lugar que la picadura de Carnarvon.

lordcarnavaron

En los meses siguientes, otras de las personas que también estuvieron en la tumba del faraón maldito, fueron muriendo. El hermanastro de Carnarvon falleció a causa de una peritonitis. Alí Farmy Bey, príncipe que aseguradaba que descendía de faraones, murió asesinado en un hotel de la capital británica y su hermano acabaría suicidándose.

George Jay Cloud, magnate de los ferrocarriles en Estados Unidos, que decía que se había resfriado visitando la tumba, contrajo una neumonía y murió. Y el millonario Wool Joel, de origen sudafricano, murió tras una caída. Aunada a todas estas muertes, se destaca también la de Richard Bethell, que ayudó a Carter a clasificar el tesoro y que se suicidó a los 49 años. Meses después, su padre se arrojaría desde la ventana de su dormitorio en Londres; lo curioso es que en su habitación se encontró un jarrón de alabastro que procedía de la propia tumba de Tutankamón.

Así, durante los años que sucedieron al descubrimiento del sepulcro, más de una docena de personas vinculadas a la misma por distintas circunstancias, murieron de manera natural. sin embargo, Howard Carter, el hombre que más temía la maldición, murió en 1939 por causas naturales.

La maldición no termina…

En el año de 1966, cuando el gobierno de Egipto quiso trasladar los tesoros a un exposición en París, el director de antigüedades, Mohammed Ibraham soñó que sufría males terribles si lo consentía, por lo que intentó que no se llevara a cabo sin éxito. En el último encuentro ante las autoridades egipcias para intentarlo, fue atropellado por un coche a la salida, falleciendo dos días más tarde.

Parecen ser demasiadas casualidades juntas como para pensar que son simples “coincidencias” ¿Tú qué crees?

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