Un abuelo universitario

Primera parte

Eduardo Delgado

Don Ricardo, un sexagenario decidido a llegar a ser abogado para ayudar a la gente pobre. Hace una década su pérdida de memoria lo obligó a jubilarse como docente. Prefirió estudiar en vez de someterse a tratamiento médico.

Esta semana, don Ricardo Reyes Báez tomó el curso de inducción y el próximo lunes comenzará de manera virtual el ciclo escolar 2020-2021, en la facultad de Leyes de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP).

Nació el jueves 4 de abril de 1957 en Monterrey, Nuevo León, en la colonia Obrerista, “enfrente de la cervecería Cuauhtémoc”, donde cursó la primaria y vivió hasta los 11 años, compartió en entrevista con Astrolabio Diario Digital. Fue el quinto de una docena de hijos procreados por un joven matrimonio de aquella época.

Pandiloco

Su papá trabajó para un contratista que daba mantenimiento a la planta de la cervecera. “Lo malo fue que tuvo un accidente y desde entonces dejó de trabajar. A partir de eso todos tuvimos que meterle duro al trabajo. Vender chicles, lavar carros, vender periódicos, bolear…”. Tenía 10 años.

“Cuando anduve de bolero recorrí la ciudad y se me quedó la costumbre de andar de pata de perro”, añadió.

De la Obrerista sus padres se mudaron a la colonia Lázaro Cárdenas, por el rumbo de Topo Chico. “Ahí viví hasta los 15 y después me fui de loco. Por eso digo que fui un desmadre, porque me salí de la casa y anduve de vago con los pandilocos, en la colonia Tierra y Libertad”.

“A mí me decían El Fideo, porque estaba flaco, flaco”. La colonia Tierra y Libertad “era una cartolandia”. Los líderes “nos invitaban a ir hacer pintas, a ir a las manifestaciones a gritar y arengar a la gente”.

Los organizaron para hacer trabajo político e invitaron a estudiar la secundaria en una escuela creada en esa colonia. A todos los pandilocos “nos rescataron… nos fueron jalando y de ser unos chavos desmadrosos nos empezaron a dar mucha responsabilidad”.

“Nos jalaron para apoyar al movimiento de posesionarios de Monterrey. En vez de hacer desmadre apoyamos a gente desposeída, que no tenía un pedacito de tierra donde vivir ni para construir una casa”, añadió.

En aquel tiempo la colonia Tierra y Libertad se localizaba en las orillas de la ciudad, en terrenos del ejido San Bernabé, en Topo Chico. “Los ricachones de allá se apropiaron de esas tierras a la brava”, refirió Don Ricardo.

Rememoró la irrupción de la agrupación policiaca “Granaderas” y del ejército para desalojar, de manera violenta, a mujeres y niños, adultos, hombres y jóvenes. “Balacearon casas”, dijo.

Ello alentó a los precaristas a reconquistar esas tierras y lo lograron. A pesar de que la gente “quería pagar sus terrenos, los ricos metieron a la Policía y al Ejército. Eso me quedó muy grabado y a partir de eso la injusticia no va conmigo”.

Corría el año 1973, Don Ricardo tenía 16 años y cursaba el primer grado de secundaria. Un lustro después de haber terminado la primaria.

Los líderes “no pedían hacer guardias, la gente se organizaba. Era una colonia grandísima… tiene tres sectores… hacíamos rondines… se juntaban padres de familia y cuando entraba gente del gobierno a balacear… la gente se congregaba”.

Un día “se hizo una marcha a la colonia Morelos, donde estaba el penal de Topo Chico y las oficinas de la Policía. Se dejaron venir los policías y se armó un ´despapaye´. Hubo muchos heridos de parte de los posesionarios, varios muertos”.

Otra ocasión regresó la Policía a la colonia, “pero la gente ya estaba bien organizada, salieron los posesionarios y la granadera no pudo salir. Desmantelaron una unidad de la granadera. El motor y la transmisión se lo dieron a los talleres de la secundaria”.

Don Ricardo concluyó la secundaria como un estudiante “mediocron”. Ni brillante ni malo. Tuvo como profesores a Alberto Anaya, fundador del Partido del Trabajo; Héctor Camero e Ignacio Staines, líderes precursores de la organización Tierra y Libertad. “Sus clases eran bien cargadas de lucha de clases y eso nos formó”.

De los ´pandilocos´ formados en aquel plantel sobresale hoy en día *Aristeo Jiménez, “fotoperiodista muy famosito en Monterrey”, dice. “Otros son Ramón de la Rosa Oyarvidez, licenciado en derecho y Catita Ortiz, enfermera”.

“El navideño, Jesús Araiza, es maestro en Pedagogía. Tito estudió dos años medicina pero se casó. Felicitas Arriaga es enfermera. Eusebio es médico.

“Cada quien creció y tiene su familia. Sólo veo a tres: Juanita Peña, es enfermera. Román de la Rosa y Catita Ortiz. Los suelo visitar cuando voy a Monterrey. Juan Francisco Montañez Mata es profesor”.

*El portal “Noyola Anticuarios” cita que Aristeo Jiménez es oriundo de Ahualulco, San Luis Potosí, donde nació en el año 1960. Refiere que realizó estudios en Artes Visuales en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Como fotoperiodista ha trabajado en los diarios el Porvenir y El Norte de Monterrey. Su obra ha participado en numerosas exposiciones colectiva e individuales en Monterrey: Ciudad de México; San Antonio, Texas; Los Ángeles y San Francisco, California; New York; Madrid; Paris y Roma.

Ha colaborado con sus fotografías en las principales publicaciones regiomontanas y del país como Cuartoscuro y Luna Córnea, entre otras, añade.

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