Un amigo ejemplar

Antonio González Vázquez

El Bigotitos es un buen perro. Ha sido un luchador de templanza incomparable. Es un perro cojo, le falta una pata trasera; es de carácter noble y cuando se requiere, puede ser tan bravo como sus compañeros de la pensión. A lo largo de sus tres lustros de vida; no le ha vencido la adversidad.

A media cuadra de la avenida Carranza, sobre la calle de Tomasa Esteves vive El Bigotitos junto a media docena de camaradas. No es de linaje sino más bien es un perro como cualquier otro que anda en la calle sin rumbo ni destino definido. Es negro. Todo él es negro, sus ojos y su pelambre lisa pegada a la piel.

Todos los días se le ve en sus andanzas sobre Tomasa Esteves, de donde se da sus escapadas a Carranza y a la calle de Arista. No trota con prestancia ni galanura, corre en sus tres patas con ligereza y seguridad.

Don Salomón es amigo de El Bigotitos desde hace muchos años, todos los días va a la calle de Tomasa, lleva un pequeño costal de croquetas y vacía porciones en platos de unicel y los perros se acercan a comer; también les sirve agua que los animales tragan profusa y festivamente mientras menean sus colas.

El Bigotitos, dice Don Salomón, está por cumplir quince años de edad, “es muy mansito y cariñoso”. Recuerda que cuando hace unos cuatro años lo atropellaron en la avenida Carranza. Arrastrándose, entró a la pensión, se quejaba de dolor. “Entonces, lo llevamos al veterinario y le amputaron su pata que tenía colgando, la tenía desecha, completamente rota”.

Temían por su vida porque luego de que le cortaron la pata no quería comer y lloraba lastimeramente, pero semanas después se recuperó. Lo cuidábamos en la pensión y sus compañeros lo cuidaban, iban y se echaban al piso junto a él o le lamían el lomo y su pata herida.

“El Bigotito es un perrito bien noble. Andaba cuidando a unos perritos Chihuahua y pues éstos se cruzaron la calle y para que no los atropellaron El Bigotitos se atravesó y se lo llevó un carro de corbata, ahí fue donde perdió su patita”, relata Don Salomón Zárate.

También “le gusta jugar mucho con la gente que pasa por la calle, le gusta convivir y deja que lo acaricien”. Junto con El Bigotitos se reúnen otros perros, “parecen bravos pero no lo son”.

Como buena parte del día se la pasan tirados en la acera durmiendo o descansando, hay transeúntes que se acercan y los acarician o les dan algo de comer.

Al Bigotitos y a sus compinches los quieren mucho los vecinos, tal es el caso del puesto de tortas de la esquina de Tomasa Esteves y Arista. A eso de las diez de la mañana y después, como a las cinco de la tarde, El Bigotitos y sus cuates van y se sientan en sus traseros frente el puesto, desde donde les lanzan al aire pedazos de carne o bolillos y los atrapan gustosamente.

Cuando tienen la panza llena y se sienten satisfechos, regresan a la parte de enfrente de la pensión, a unos metros del antiguo cine Avenida y, tras retozar, empiezan una siesta; ya luego, cuando la pensión va a cerrar, entran en fila para pasar la noche.

En sus quince años de edad, El Bigotitos slo fue padre de dos camadas de cachorros, después lo esterilizaron, pero se quedó con dos hijos que aún lo acompañan: La Bombón y El Huesitos, los dos negros como el azabache.

“Se llevan muy bien, son una familia a la que se han sumado otros perritos de la calle que llegan aquí y pues nos quedamos con ellos para que tengan que comer y donde dormir”.

Hoy El Bigotitos estaba cansado o tal vez simplemente aburrido. Cuando le llevaron sus croquetas se puso de pie, se acercó a su benefactor y se volvió a echar y así, acostado, aproximó el hocico al plato y empezó a comer hasta dejarlo limpio. Miró a Don Salomón con cierta nostalgia como esperando que le sirvieran más y entonces le dieron otro puñado que ni tardo ni perezoso engulló placidamente.

En el año 2008, Bruce Springsteen escribió una canción para la película The Wrestler (El Luchador) que protagonizó de manera estelar Mickey Rourke, quién pidió a su amigo Springsteen que compusiera e interpretara un tema que concentrase el alma del filme que es la triste, descarnada y sórdida historia de Randy, mejor conocido como “Ram”, luchador profesional que tras años de cierta gloria y natural declive tras una vida de excesos, muere en el cuadrilátero.

En la parte central de la canción que Springsteen canta como en un susurro doliente dice: “¿alguna vez has visto un perro cojo bajando por la calle? Si alguna vez has visto un perro cojo bajando por la calle entonces me has visto a mi, entonces me has visto a mi, ¿has visto alguna vez un hombre cojo dando puñetazos en el aire? Si alguna vez has visto a un hombre manco entonces me has visto a mi.”

A su modo, el Bigotitos es también un Luchador.

Redes Sociales

Noticias por WhatsApp

Recibe nuestras notas directo en tu WhatsApp

Notas Relacionadas

Más Vistas

Skip to content