Un coronavirus dictador

Por: Oswaldo Ríos. Twitter: @OSWALDORIOSM

Que el coronavirus es un bicho genocida, no hay lugar a dudas. Al momento de escribir estas líneas, le ha arrebatado la vida a aproximadamente 115 mil personas en todo el mundo y de ellas, a casi 300 mexicanos. 

Por si no fuera suficiente devastación, nos ha despojado de la libertad de salir de casa y como suelen ser los dictadores, con independencia de códigos ideológicos, ha destruido la economía de cada país en que ha impuesto sus reales, sembrando zozobra y desesperanza sobre el porvenir. 

Pero no le ha sido suficiente.

Ahora, según los partidarios de la CuatroTe, devenidos en exégetas del Santo Evangelio de las Epidemias, el inquisidor coronavirus nos reclama nuestra libertad de expresión y que renunciemos al ejercicio de la crítica del poder y exigir cuentas a nuestros gobiernos, en nombre de la emergencia sanitaria que además de propagar el COVID-19, ahora quiere contagiarnos el pensamiento único e inocularnos el virus que convierte a ciudadanos libres en fanáticos acríticos.

En las últimas semanas, diferentes cuadros políticos identificados con Morena y columnistas adictos al régimen, han venido insistiendo en la idea que estos momentos de contingencia epidemiológica, reclaman la unidad de los mexicanos y, por tanto, dejar de cuestionar las estrategias que implementa el gobierno federal. 

Enorme falacia. López Obrador no es la patria y el gobierno no es un ente infalible que procure representar, un ideal aspiracional al menos, de bien común. 

Lo que ocurre es todo lo contrario. López Obrador es la genuina representación de un presidente que no se asume como jefe de Estado, sino como líder de una facción que se autoconcibe como moralmente superior y que desde esa posición de poder descalifica a quienes no se le someten y promueve el odio y la calumnia hacia quienes no le aplauden. Y no es nuevo, lleva 20 años haciéndolo ininterrumpidamente. 

Que los morenistas pidan que cesen las críticas es la continuación de la petición presidencial de “una tregua” a sus detractores en Twitter y la admisión tácita del derrumbe en la imagen de López Obrador, que en todo lo que va de 2020, semana a semana, ha venido cayendo en la aceptación ciudadana hasta llegar apenas a un 40% de aprobación, cuando en su toma de protesta, ese porcentaje era de 80. 

Se equivoca el oficialismo. 

El presidente ha caído no porque quienes percibamos sus incongruencias las exhibamos, sino por la enorme ruindad, ineptitud y falsedad con las que gobierna. La prueba son las últimas semanas: el régimen ha mentido irresponsable, deliberada y sostenidamente sobre el coronavirus. 

Mintió sobre la gravedad de la pandemia (recuerden al presidente de gira, comiendo garnachas y pidiendo a la gente abrazarse y salir); mintió sobre la utilidad del cubrebocas (para ocultar la torpeza de permitir la venta de todo ese material a China, para luego recomprarlo a un precio decenas de veces mayor); mintió sobre la utilidad de las pruebas de detección (exhibida en toda forma por el gobierno de Jalisco); mintió sobre la estimación de los contagios; y existe la sospecha fundada de que miente sobre el número de fallecimientos. 

Quienes nos damos cuenta de esas mentiras y verdades a medias, lo cuestionamos porque es nuestro derecho e incluso nuestro deber cívico. Lo curioso es que quienes hoy piden esa claudicación, en el pasado fueron implacables críticos de las anteriores administraciones y lamentablemente para ellos, eran infinitamente mejores opositores que gobernantes. 

En el gobierno, la CuatroTe ha demostrado absoluta incapacidad para hacer y ser mejor gobierno que el PRI o el PAN. 

Dato a dato, rubro a rubro, los números dan testimonio del fracaso rotundo que es Morena en el gobierno. Solo cito tres: el primer año de gobierno de López es el más violento con mayor número de homicidios dolosos en los últimos 20 años; el primer año de gobierno de López la economía decreció 0.1%, el primer retroceso en 10 años; y el primer trimestre de 2020 es el de mayor desempleo (en el mismo periodo) en los últimos 11 años. 

¿Deberían los mexicanos callar frente a los colosales fracasos de un gobierno fallido?

¿Deberían los ciudadanos que no votaron por López Obrador ofrecer la otra mejilla a un presidente que se dedica todos los días a injuriarlos, calumniarlos y alentar campañas de linchamiento público solo por aceptar el papel de lacayos?

¿Deberían los medios dejar de señalar la incapacidad, las mentiras y las simulaciones de un gobierno que desprecia la técnica y privilegia su trasnochada ideología para tomar decisiones que afectan a todos los mexicanos?

La respuesta es no. 

Aunque le duela al coronavirus dictador. 

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