Gabriela Rodríguez
El 1° de mayo se conmemora el Día Internacional de las Personas Trabajadoras, una fecha que nació de la lucha por condiciones laborales justas, seguras y dignas. Hoy, más de un siglo después, esta lucha persiste en diferentes formas. Una de ellas es el derecho a una movilidad segura para quienes se transportan al trabajo cada día en condiciones adversas. Entre ellos, miles de ciclistas trabajadores que pedalean por las calles sin infraestructura adecuada, sin protección legal y con altos niveles de riesgo. Esta columna surge desde ese lugar: desde la experiencia cotidiana de quienes trabajamos y nos movemos en bicicleta.
San Luis Potosí ocupa un lugar destacado a nivel nacional en movilidad ciclista, siendo uno de los estados con mayor proporción de hogares que utilizan la bicicleta como medio de transporte, junto con Tlaxcala, Zacatecas, Guanajuato y Yucatán. Aunque no existe un ranking oficial que ordene a todos los estados por uso ciclista, se reconoce que San Luis Potosí destaca en este ámbito: cerca del 30 por ciento de sus hogares tienen bicicleta y alrededor de 100 mil personas la usan para ir al trabajo o a la escuela (INEGI, 2023; IMPLAN, 2023).
Sin embargo, el estado enfrenta desafíos importantes en infraestructura y seguridad vial, con ciclovías mayoritariamente deterioradas y una red de ciclovías poco conectada. En este contexto, la sociedad civil organizada ha impulsado iniciativas importantes, como la #LeySanti: una propuesta legislativa que busca garantizar una movilidad segura, incluyente y accesible para todas las personas. Esta ley lleva el nombre de Josué Santiago Rodríguez, un activista de Derechos Urbanos que sufrió un accidente vial. La iniciativa apunta a mejorar la seguridad vial, especialmente para peatones, ciclistas y usuarios del transporte público.
El 28 y 29 de abril, colectivos pertenecientes a la Coalición por una Movilidad Sostenible organizaron una iniciativa ciudadana llamada “Misión Cero”, cuyo objetivo fue caracterizar a las personas que usan la bicicleta y generar datos útiles para el diseño de infraestructura segura. Para contribuir a este objetivo, se convocó a través de redes sociales a voluntarios. Participamos aproximadamente 66 personas. Esta columna nace también de esa experiencia, como bici-activista, ciclista urbana y voluntaria de esta hermosa iniciativa.
Durante el conteo, algo que me sorprendió profundamente fue observar el abundante flujo de ciclistas por una avenida que recorro casi a diario en mi bici. En el trayecto suelo encontrarme con otras personas usuarias de la bicicleta, pero jamás imaginé que fuéramos tantas. Algunas de las observaciones generales que puedo mencionar en mi experiencia durante el conteo es que, la mayoría de los ciclistas la usan como medio de transporte.
Impresiona ver la diversidad de bicicletas, estilos y cómo las personas ciclistas se las ingenian para transportar mercancías, herramientas o materiales de trabajo. Vi a personas ciclistas llevando cargas pesadas sobre sus bicis, con una destreza y equilibrio admirables. Es decir, la bicicleta no es sólo su medio de transporte: también es su herramienta de trabajo. Cada vez que veía a esas personas, recordaba a mi padre, quien fue ciclista toda su vida.
Mi padre se dedicaba al comercio ambulante. Vendía papelería y mercería en comunidades aledañas a la ciudad de San Luis Potosí. Todas las mañanas se levantaba temprano para alistar la mercancía, que colocaba en dos cajas de rejillas plásticas sobre la parrilla trasera de su bicicleta. Cubría las cajas con hule para proteger la mercancía del sol o la lluvia, y las aseguraba con cinchos y sogas para evitar que se cayeran durante el trayecto. Papá trabajaba más de 12 horas al día bajo el sol abrasador del semidesierto potosino. Por las noches llegaba a casa, cenábamos, veíamos un poco de televisión y nos íbamos a dormir. Y al día siguiente, otra vez lo mismo. Para mí, cada día era un suplicio esperar su regreso. Me angustiaba pensar que pudiera sufrir un accidente en el camino. A lo largo de su vida sufrió varios siniestros viales mientras trabajaba, que por suerte no fueron fatales.
Cuando sales del trabajo, cansada, y aún tienes que hacer un esfuerzo físico para llegar a casa en bicicleta, lo último que deseas es enfrentarte a la violencia vial. En San Luis Potosí se dice que somos un pueblo bicicletero, pero garantizar una infraestructura más humana e inclusiva se vuelve cada vez más urgente, especialmente cuando la mayoría de quienes usamos la bici pertenecemos a la clase trabajadora. Porque, a pesar de la violencia vial y de los desafíos que implica ser ciclista en ciudades hostiles y centradas en el automóvil, nos las arreglamos como podemos, porque hay que llegar al destino cueste lo que cueste. Pero también queremos —y merecemos— llegar a casa a salvo.
De acuerdo con datos oficiales de la encuesta Accidentes de tránsito terrestre registrados en San Luis Potosí (INEGI, 2023), ese año se registró un total de 6 mil 775 accidentes viales, ubicándose en la décima sexta posición a nivel nacional en siniestros viales, con un índice de 4.4 víctimas mortales por cada 100 mil habitantes. En lo que respecta a las personas ciclistas, se registraron 9 fallecimientos y 49 lesionados, lo que representa un incremento del 48 por ciento en las lesiones con respecto al año anterior. Aunque estos siniestros forman parte del total de colisiones registradas, el detalle específico de los casos que involucraron a ciclistas solo puede consultarse en los tabulados interactivos del INEGI. Tanto estas cifras como la ausencia de datos desagregados más accesibles reflejan la urgencia de fortalecer las políticas de prevención y mejorar la infraestructura vial para proteger a quienes se mueven en bicicleta en San Luis Potosí.
Para muchas personas trabajadoras, andar en bicicleta al trabajo no es una elección, sino la única opción. Mientras unos pocos tienen acceso a automóvil o transporte privado, y otros a transporte público, miles de trabajadores recurren a la bicicleta porque es la única alternativa. Tal vez para ahorrar un poco en el transporte, tal vez para liberar tensión de la jornada laboral. En este contexto, los ciclistas existimos y resistimos. La bici es símbolo de lucha, resistencia y dignidad laboral, pero también un recordatorio de las desigualdades estructurales que siguen marcando nuestra forma de movernos y vivir.
Cuando hablamos de derechos laborales, rara vez incluimos el trayecto al trabajo como parte del problema. Pero para muchas personas, ese trayecto implica riesgos, esfuerzo físico y psicológico desgastante por falta de condiciones dignas. Garantizar ciudades más humanas, que incluyan ciclovías seguras, iluminación adecuada y respeto vial a todas las formas de movilidad, es una deuda pendiente con quienes sostienen la economía desde la periferia, pedaleando a diario en busca de una vida digna.
En este Día de las Personas Trabajadoras, honremos también a quienes pedalean para ganarse la vida. Que el reconocimiento no sea sólo simbólico, sino que se traduzca en políticas públicas efectivas, infraestructura segura e inclusiva para todas las formas de movilidad, donde se pongan en el centro a las personas. La bicicleta nos une, nos transporta, nos da libertad. Pero esa libertad solo será plena cuando sea segura, justa y equitativa para todas y todos.
#LeySantiYa
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Gabriela Rodríguez es geógrafa feminista, biciactivista y defensora de derechos humanos. Actualmente es maestrante en Derechos Humanos y codirectora de Lúminas A.C.
Lúminas, A.C. es una organización sin fines de lucro dedicada a la promoción y defensa de los derechos humanos con especial atención en las mujeres y las infancias y sus Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales (DESCA). La integran Olga Elizabeth Lucio Huerta, Gabriela Alejandra Rodríguez Cárdenas, Mónica Reynoso Morales, Fátima Patricia Hernández Alvizo y Maritza Aguilar Martínez.