Claude-Henry de Rouvroy, conde de Saint Simon

Frater Ignatius

Resulta interesante observar cómo algunos de los socialistas utópicos y también unos cuantos revolucionarios como Marat gozan de una posición económica bastante holgada y a pesar de ello, en sus corazones pervive la sensibilidad anarquista de un mundo igualitario. Renuncian a sus privilegios para adherirse a una causa de lucha revolucionaria y son capaces de mantener alta la mirada para realizar sueños sublimes.

Es el caso del conde de Saint Simon, cuya vida podría ser la inspiración –como tantas otras de los personajes que hemos ido repasando y revisaremos en el transcurso de esta breve historia del anarquismo-  tanto de novelas de aventuras como de películas.

Nuestro filósofo, economista, periodista, historiador, escritor, sociólogo, ingeniero civil, ingeniero y urbanista nació en París en 1960. Es uno de los grandes pensadores del socialismo utópico e inspiró después de su muerte el sansimonismo, el cual se basa en la ciencia y la invención para construir una sociedad más justa, más equitativa. Hombre aristocrático e ilustrado, poseía una gran visión tanto para la invención como las finanzas. Escribió una amplia obra sobre economía y algunos lo consideran padre de la sociología como Augusto Comte. Luchó por la independencia de los Estados Unidos desde muy joven a pesar de ser un aristócrata de pura cepa. Su contexto ideológico y político es el de la Revolución francesa, la revolución de los Estados Unidos y la primera industrialización. Se le considera uno de los padres del socialismo y antecedente de Carlos Marx, sobre todo por la confianza en la técnica y la invención para el avance de la humanidad. Engels lo admiraba y lo comparaba en grandeza enciclopédica con Hegel.

Es impresionante el nivel de paradoja que podemos encontrar en Claude-Henry. Y esto lo descubrimos no solo en é,l sino en muchos de los personajes de la historia. Oscilaba entre la pobreza y la riqueza casi de manera dialéctica y ejerciendo una síntesis maravillosa en su pensar y en su actuar. Contradictoriamente, inspiró ciertas corrientes cristianas por medio de la doctrina que creó.

Sostenía que los industriales y los inventores, apoyados por la ciencia podían acabar con las desigualdades. Consideraba que los nobles, los sacerdotes, los explotadores y agiotistas deberían desaparecer para dar paso a la gente realmente productiva. Por tal motivo, muchos de los seguidores de Saint Simon, eran industriales, banqueros, financieros, inventores, motivados por las teorías del pensador y que se veían a sí mismo como grandes reformadores de Francia.

El filósofo arremetía fuertemente contra los improductivos. Puntualizaba que los nobles, los curas, los explotadores, los agiotistas y en concreto, todas las personas que vivían a costa de la debilidad de otras, deberían llegar a su fin.

La industria era una especie de biblia viviente para él, de religión dinámica y laica que coadyuvaría para crear una verdadera sociedad sana, equitativa, fuerte y pujante. En su importante obra, El nuevo cristianismo, argumentaba que la gran meta terrena de los cristianos, que deben proponerse para obtener la vida eterna, es mejorar lo más rápidamente posible la existencia moral y física de la clase más pobre. En este sentido Marx admiraba al pensador francés, ya que ahí se veía la verdadera vocación socialista y los profundos deseos de alcanzar una sociedad mejor.

Defendía también la propiedad privada, con la única condición de que fuera ganada con el sudor de la frente del poseedor. Al mismo tiempo, abolía el derecho de la herencia.

Una frase emblemática es atribuida a este hombre insigne: “ De cada uno, según su capacidad; a cada uno, según su necesidad”.

Murió en 1825 a la edad de 64 años.

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