Tres matemáticos con sensibilidad anarquista

Frater Ignatius

El anarquismo se da en todas las esferas de lo humano. La tesis que se sostiene en este breve escrito asevera que el anarquismo además de ser una corriente de corte político, o más exactamente antipolítico, es una sensibilidad absolutamente necesaria para lograr un pensamiento refinado, además de una libertad sino plena, al menos con algunos caminos para recorrer. Tenemos así, el caso de tres matemáticos que han transitado por este mundo por senderos libertarios, alejados de un capitalismo degenerado y de la intromisión de los aparatos del poder.

Alexander Grothendieck (1928-2014). Matemático apátrida, hijo de dos anarquistas, nacionalizado francés en los años 80. Unificó la aritmética, la geometría algebraica y la topología. Tal vez sea el matemático más importante del siglo XX. Era un pacifista, casi un místico. Dejó de trabajar en las matemáticas de alto nivel para dedicarse a hacer escritos de corte religioso. Recibió un premio muy importante en matemáticas pero lo rechazó porque pensaba que participar en el juego de los premios significa  aprobar un espíritu que le parece insano.

Theodore John Kaczynski (1942). Matemático, filósofo, neoludita, anarcoprimitivista y terrorista estadounidense, conocido por enviar cartas bombas a diferentes blancos que él consideraba negativos para ejercer una especie de regreso a un primitivismo social.  Escribió un manifiesto en donde expresa su pensamiento también conocido como El Manifiesto del Unabomber. Tuvo una brillante carrera en la Universidad de Harvard y a los 25 años ya era profesor asistente en la Universidad de Berkeley. Se mudó a una cabaña sin luz ni agua para intentar ser autosuficiente. Posee un cociente intelectual de 160 y su tesis matemática solamente la entienden muy pocos. Trata sobre análisis complejo.

Grigori Perelmán (1966). Matemático de altísimo nivel de origen ruso. Ha hecho contribuciones muy importantes a la geometría riemanniana y a la topología geométrica. Ha resuelto la conjetura de Poincaré, propuesta en 1904 y considerada una de las hipótesis matemáticas más importantes y difíciles de probar. Rechazó tanto la Medalla Fields como el Premio de uno de los problemas del milenio, dotado con un millón de dólares. Al igual que Grothendieck, rechazó el dinero y las mieles de un prestigio muy alto a nivel publicitario, argumentando que no quería ser como una especie de animal de exhibición. Vive actualmente en Rusia con su madre en un departamento muy pobre. Es un buen jugador de tenis de mesa.

Existe un hilo conductor entre estos tres genios matemáticos. Los tres de ascendencia judía, haciendo contribuciones en ramas de la matemática similares, principalmente puras, con personalidades más bien discretas e incluso de naturaleza introspectiva. A uno le tocó el lado místico, a otro una especie de propaganda por el hecho y al tercero una mayor concentración matemática alejado de los reflectores de las grandes universidades del mundo, para convivir con su madre y tener todo el tiempo disponible para sumergirse en los números y tal vez hacer otra contribución brillante. Empero lo más importante, estos tres personajes han preservado a toda costa su individualidad y han reafirmado su personalidad por encima del encantamiento que les brinda la fama, la riqueza, el poder o la supuesta gloria. Evidentemente son seres dotados o superdotados con una capacidad fuera de serie para poder mirar patrones que otros no ven. Son capaces de encontrar relaciones y proporciones y darles una nomenclatura matemática para que se erijan en conjeturas y principios. No se han dejado influir por ningún tipo de ideología enajenante e incluso uno de ellos ha rebasado los límites y se ha internado en el espinoso tema de la violencia para hacer valer su tesis y su manifiesto. Lo cierto es que ninguno de los tres es una persona del montón. Son individuos nones con una gran energía para poder crear y con una gran sensibilidad para no caer en la enajenación ni en la alienación. Nuevamente nos encontramos con personas de una fuerte carga inventiva y con objetivos diáfanos tanto en su campo como en otras áreas que exploraron. Resulta curioso observar cómo es que la mayoría de los matemáticos de alto nivel desprecian las supuestas mieles de la fortuna y solamente necesitan una hoja de papel o un pizarrón con gis o bolígrafo para cambiar un mundo. Aquí sí va la tesis de que entre más talento existe en la cabeza de estos seres, menos necesitan para sobrevivir. Incluso suprimen casi toda comunicación con los otros al abordar con devoción casi religiosa los temas que les ocupan. Parece como si muchos ámbitos de la existencia se dieran la mano, como si se juntaran o tocaran las aparentes paradojas de lo humano. Si exploramos un poco la mentalidad matemática, podemos llegar a la conclusión con muchos ejemplos, que la mayoría posee una sensibilidad anarquista innata. Tanto el lenguaje musical como el matemático o el poético, son códigos de estructuras determinadas que no todo el mundo es capaz de percibir en su esencia más pura. El pensamiento abstracto no está contaminado por la banalidad de una vida llena de preocupaciones y de deseos de baja estirpe. En términos poéticos como en Hölderlin a estos hombres les hablan los dioses, inoculándoles una “bacteria extraña”: curiosidad sin límites para arrebatarle a la ignorancia un buen terreno de sabiduría y para no permitir que el desierto lo devore todo. La sensibilidad anarquista resulta indispensable para crear una especie de caparazón contra una cotidianidad que nos ahoga e intentar acceder a una parcela del ser en donde emanen las flores de la creatividad y  -¿por qué no?- el genio.

Assange

Anarquismo en México (4/4)

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