Abelardo Medellín
El fomento a la cultura, el sano esparcimiento y la promoción del estado como un polo económico y social, son el tipo de actividades que uno esperaría de un evento como una feria en la cual invierte un gobierno… y al mismo tiempo, son exactamente las cosas de las que carece la Feria Nacional Potosina, también conocida como: el pabellón propagandístico más grande de México.
Desde que el gobernador Ricardo Gallardo Cardona realizó su primera Fenapo en 2022, quedó claro que la celebración de esta feria se convertiría en una maquinaria para catapultar y difundir la imagen personal del gobernador como personaje farandulero de la narrativa de gobierno y, al mismo tiempo, para presumir la capacidad del gobierno para cumplir los caprichos más ridículos de la agenda oficial.
En ese tenor se ha cumplido el cometido. Sin embargo, los tres años de Ferias nos han mostrado que este no es un capricho cualquiera, sino uno organizado, premeditado, intencional, propositivo y programático; características muy propias de lo que, en el ejercicio de gobierno, se conoce como política pública.
Aunque la cancelación de artistas, lluvias que inundan teatros, tragedias con juegos mecánicos, zafarranchos y manifestaciones ciudadanas puedan hacernos creer lo contrario, cierto es que la Fenapo es una política pública, por lo menos tácita, en la que la administración pone recursos de todo tipo, con tal de darle al gobernador el público que cree merecer.
Como toda política de gobierno, la Fenapo tiene fases de consulta, tan obligatorias y necesarias, que incluso el Congreso del Estado ha tenido que reponer algunas de ellas por haberlas hecho mal. Afortunadamente las consultas para la Feria no son tan rígidas como las que se deben hacer para temas como movilidad o atención a pueblos indígenas y personas con discapacidad.
El gobernador, desde 6 meses antes de anunciar la cartelera, realiza giras en las escuelas del estado donde “arranca obras”, “entrega materiales”, “anuncia remodelaciones” y en esos eventos se dedica a cosechar el aplauso fácil de las infancias con un juego llamado “¿a quién van a querer que traiga a la Fenapo?”. No verán al gobernador volver a pararse en una escuela como la “Tipo 21 de agosto”, a la cual casi le mutila las instalaciones, pero no duden que un mes después de cada Feria, lo verán desfilar en decenas de escuelas donde simula pedir la opinión de los estudiantes. ¿Por qué no aprovechó ese ánimo consultivo para preguntar a los niños si estaban dispuestos a ceder un edificio de su escuela en la Tipo?, ¿o por qué no pregunta a las escuelas del interior del estado cuántos profesores les faltan para poder cubrir los grupos que tienen sin docentes a cargo?
Luego empieza un periodo de difusión, solo que para el gobierno Gallardo esto se puede denominar como “especulitis conveniente”. Más o menos entre marzo y mayo de cada año, el gobernador comienza a adelantar posibles artistas para la Fenapo y los anuncia con más reflectores y mayor ruido, entre más problemas tenga en la administración. ¿Incendios, sequía, inseguridad, asesinatos, abandono en infraestructura, problemas en los servicios de salud? Todo eso, a ver del gobernador, le toca o a un municipio o a la federación… pero no a su gobierno, porque para entonces las oficinas ya solo están abiertas para una cosa: organizar la fiesta y regalar boletos.
Luego tenemos la fase menos conocida y opaca de esta política del espectáculo: su financiamiento. Por más que el gobierno afirma que la Fenapo es una panacea del auto financiamiento, las inversiones que se han visto desplegadas para ella solo apuntan a que el recurso destinado sale directo del erario.
El primer año el gobernador se podía dar el lujo de aceptar la inversión en espacios de la Feria, porque creía que un rescate a sus instalaciones era buena publicidad; por el contrario, este año no soló negó cualquier inversión por parte de su administración, sino que incluso condenó las críticas contra su pésima ejecución del gasto público y afirmó, sin un atisbo de sinceridad, que la Fenapo no es un gasto para su administración.
A tres años de distancia de esa primera Feria, hoy todos sabemos que el gobierno, aunque lo niegue, pone recursos del erario para instalar una imagen cuerpo real del gobernador y una veintena de fotografías de la hoy senadora Ruth González en los terrenos de la Fenapo. En 2022 la Secretaría de Cultura destinó recursos para pagar los conciertos y muy probablemente no ha sido la única que ha tenido que cortar una flor de su jardín, y recién el año pasado nos enteramos que a las dependencias también les cuesta dinero y horas de trabajo no remuneradas participar de este circo.
Si las pruebas obtenidas por transparencia no fueran suficientes para evidenciar que la Feria le ha pasado un costo incalculable al erario, siempre tenemos la postura oficial.
Por la evidencia existente sabemos que en 2022 la Secult pagó parte del capricho musical que fue la Feria, pero el propio Programa Sectorial de Cultura 2022-2027 publicado por el Gobierno del Estado en abril de 2022, deja en claro algo que ya se sabía desde hace años: para el gobernador la cultura es cualquier cosa que entretenga a la masa.
En la página 39 de dicho documento, en el apartado de “Planeación Estratégica”, el gobierno describe que el primer objetivo del sexenio es: “Garantizar el acceso a bienes y servicios culturales a la población de las cuatro regiones del Estado, ampliando y diversificando la oferta cultural con eventos de calidad, como la Fenapo en la ciudad capital y algunos festivales gratuitos”.
Festivales gratuitos, ya no hemos visto tantos ni con tanta calidad como en otros años, pero es claro que han cumplido su objetivo expreso de desmantelar el aparato cultural con tal de financiar y alimentar la máquina de quemar dinero que es la Fenapo. Ese y quién sabe cuál otra área habrán sacrificado con tal de pagar los artistas favoritos de Palacio.
Al afirmar que la Feria Nacional Potosina es, de facto, una política pública, no intentamos otorgarle una categoría que resalte su importancia o adecuada organización, al contrario, lo que se deja en evidencia es la facilidad en que este gobierno organiza cuando le conviene, y aún entonces organiza mal.
Eroga millones de pesos para espectáculos que, afirma, están justificados, pero no puede transparentar con exactitud como financia tal derroche; aprovecha los foros y espacios que pisa el gobernador para promocionar su show personalista, pero no puede hacer lo mismo para ningún otro problema que padece la población; reorganiza, gestiona y jinetea el gasto para que alcance para los espectáculos, pero no dice de dónde viene el dinero ni explica por qué no hace lo mismo con prioridades como el tema de salud; miente al decir que no gasta, encubre cuando ocurre una tragedia, opera en cuanto alguien critica su capricho y pierde de todos con tal de ganar una pizca de atención por dos semanas.
El gobernador aspiraba a convertir su gobierno en una plataforma que le diera eventos insulsos, escenarios grandes y públicos masivos. Lo logró. A cambio, San Luis Potosí recibió el legado de una política pública únicamente enfocada en el circo y lo que el circo oculta.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es jefe de información de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.