El dilema del prisionero

Frater Ignatius

Imaginemos a dos ladrones que son acusados por un delito de robo a una casa. No sabemos a ciencia cierta quien de los dos urdió el ilícito y queremos ponerlos a prueba. El valor de lo sustraído asciende a los 500000 pesos. Ya en la cárcel a los dos se les encierra en lugares separados. Es aquí en donde comienza el dilema del prisionero.  Llamemos a los reos Melquíades y Teódulo.  Preguntamos al primero sobre quién fue el que realmente hizo el atraco. Si confiesa y su compañero no lo hace, saldrá libre y el otro quedará preso cuatro años. Si confiesa y Teódulo también, los dos pagarán una pena de dos años. En el caso de que ninguno de los dos confiese, la pena se reduce a un año solamente. Por último, si Melquíades decide no confesar pero su comparsa sí lo hace, recibirá la pena de cuatro años, lo cual es justo. Lo anterior forma parte de la llamada teoría de juegos y se relaciona con el equilibrio de Nash. Es un juego de suma no nula y en donde el triunfo de uno no implica necesariamente la derrota del otro. Sin embargo,  es una situación algo difícil de prever. Se dice que también es una estrategia del miedo a causa de que la primera intuición es que si se utiliza una estrategia dominante, se piensa que se saldrá bien librado, independientemente de lo que piense o sostenga el otro. No existe comunicación alguna entre los dos, luego entonces, cada uno va a pensar que tal vez si no confiesa, seguramente el otro lo hará y con ello le tocará la peor parte. El temor al castigo es lo que hace que no vean una posibilidad que permanece en la sombre como la mejor: la no confesión. Se indaga sobre el conflicto entre el bien individual y el bien colectivo. Melvin Dresher y Merril M. Flood descubrieron el problema en 1950. Tucker estudiaba a profundidad este fascinante dilema para comprender e ilustrar la dificultad de analizar los juegos de suma no nula. Aunque parezca de entrada algo trivial, en realidad han corrido ríos de tinta a partir de su elaboración en disciplinas diversas, desde la filosofía, pasando por biología, las ciencias políticas, la economía, el ciclismo, la docencia, el trabajo en equipo, en bienes comunes y un largo etc.

Adam Smith pensaba que si todo el mundo busca su propio beneficio se obtendrá siempre un resultado óptimo. Nash llegó para rebatir ese razonamiento y demostrar que es la cooperación, el ver por el grupo en primer lugar lo que trae la mayor ganancia. Una escena muy conocida de la película mente brillante, ilustra muy bien el dilema del prisionero, cuando Nash y sus amigos se encuentran en un bar y se disputan el cariño de una dama. Definitivamente la cooperación trae mejores dividendos.

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