El juego de los brotes

Frater Ignatius

Con tan solo un lápiz y un papel uno se puede divertir durante horas con un desafío realmente creativo. Inventado en 1967 por John H. Conway y Michael S. Paterson, este interesante juego aparentemente trivial, va desmadejando su complejidad a medida que aumentan los brotes de salida. Es realmente sencillo jugarlo. Uno puede encontrar fácilmente en Youtube varios tutoriales para aprender su estrategia y en internet existe un juego llamado Sprouts (brotes en inglés) fácil de aprender y de jugar con una destreza de buen nivel.

Conway al finalizar esta creación le escribió al gran divulgador de juegos matemáticos Martin Gardner: “Al día siguiente de la aparición del juego del drago (brotes), parecía que todo mundo jugaba… buscando posiciones ridículas o fantásticas. Algunos ya estaban trazando puntos en toros, botellas de Klein, etc. y pensando en versiones de dimensiones superiores”.

Dibujamos varios puntos en una hoja de papel. A continuación trazamos una línea o curva que llegue de un punto a otro y enseguida colocamos otro brote. No puede haber más de tres líneas que salgan de un brote. Tampoco podemos cruzar las líneas. Los jugadores juegan por turnos y gana el jugador que realiza el último movimiento.

Se ha podido conjeturar que el primer jugador si juega perfecto, tiene asegurada la victoria si al dividir el número inicial entre seis deja resto tres, cuatro o cinco y en caso contrario ganará siempre, si sabe jugar perfecto, el segundo jugador. Hasta el momento la conjetura ha funcionado para el número inicial de brotes de 44, y también para 46, 47, o 53.

Cuando comienza el desafío, la imaginación vuela. No solamente podemos trazar rectas sino también curvas o bucles. Las figuras que resultan son vistosas y se relacionan evidentemente con la geometría espacial y la topología. Cuando se habla de la botella de Klein, se hace énfasis en figuras que parecen cortadas en determinada dimensión. Incluso podemos ver vislumbres de toros topológicos o de donas o tazas.

En esta época en donde imperan los juegos electrónicos y de realidad virtual, es necesario darle un espacio a la sencillez, una especie de minimalismo en cuanto a elementos externos pero con profunda complejidad interna. Lo anterior, por no hablar del gran ahorro que se puede obtener al aficionarse con estos juegos baratos y que no requieren enorme respaldo tecnológico. Con imaginación, un lápiz y papel podemos forjar un universo entero.

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