Erdös, pura energía matemática

Frater Ignatius

Existen en este extraño mundo personas realmente concentradas. Es decir, cerebros de una magnitud tal que pueden centrar todo su genio en un tema específico, logrando proezas realmente increíbles. Es el caso del matemático que nos ocupa, Paul Erdös. 

Uno podría pensar en el típico estereotipo de matemático: callado, meditabundo, absorto en todo tipo de pensamientos de formas y números. Empero, Erdös era una persona amable y platicadora. Se puede afirmar que el maestro practicaba lo que se conoce como “matemáticas sociales”. Dejó más de 1500 artículos de altísimo nivel, solo rivalizando con Euler. Trabajó con más de 500 colaboradores de varias latitudes. Su aportación contiene una variedad de temas apasionantes en distintos campos de la matemática: combinatoria, teoría de grafos, teoría de números, análisis clásico, teoría de aproximación, teoría de conjuntos.

Su vida transcurrió literalmente en el universo de los números. Trabajaba más de 19 horas al día y casi no meditaba en nada que no fueran las matemáticas. Sacrificaba todo lo que un ser humano “normal” anhela: sexo, comida, compañía, seguridad y en cierta forma hasta la salud, en aras de lograr una comprensión matemática profunda. No le importaba quién lograra un resultado, sino la propia solución del problema per se. Bebía café como un verdadero loco y afirmaba que él era una auténtica máquina de hacer teoremas con el combustible de la deliciosa bebida. En el año de 1971 empezó a tomar anfetaminas para escapar de la depresión y potenciar las ideas y las colaboraciones. Tenía la costumbre de viajar mucho con el único fin de intercambiar ideas con otros matemáticos de alto nivel. La mayor parte de su vida laboral estuvo marcada por las conferencias dadas en varias partes del mundo. Prueba fehaciente de lo anterior es que murió mientras asistía a una plática magistral en Varsovia a la edad de 83 años. Cuando le decían que le bajara al ritmo de trabajo, invariablemente contestaba: “Cuando muera tendré tiempo de descansar, ahora no”. 

Las posesiones y el dinero no tuvieron importancia para Ërdos. Cuando recibía un premio importante lo regalaba a algún matemático prometedor y casi no tocaba dinero. Por otra parte, el genio había acuñado una serie de vocablos que hacían alusión a los números y a la vida cotidinana. Decía creer en “El Libro” y no en Dios, al que le llamaba Supremo Fascista. Los épsilones eran los niños, las mujeres eran jefes y los hombres esclavos. Las personas que habían dejado las matemáticas estaban muertos, las bebidas alcohólicas eran veneno, la música ruido y cuando daba una clase predicaba. Un genio de un nivel único.

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