Abelardo Medellín Pérez
Este viernes 13, como una ironía de la fortuna y las fechas, dentro del Poder Legislativo se consolidará la tan presumida y escasamente justificada reforma al Poder Judicial del Estado Mexicano; para este logro de la autocracia moderna mexicana se necesitaron alinear las nimias voluntades de una jauría de diputados y senadores federales, a la par que se presionaba para que los congresos de los estados hicieran su parte y aprobaran en un plazo irregularmente veloz, dicha reforma en sus respectivo estados.
¿Dónde estaba la Gallardía durante este evento coyuntural de la política mexicana?, ¿dónde estaba ese autoproclamado movimiento-satélite de la 4T en San Luis Potosí, que tanto se vanaglorió con las visitas presidenciales y firman religiosamente cada posicionamiento de las y los gobernadores de Cuarta?
El gobernador Gallardo Cardona y su hoy minimizado movimiento estaban en todo… menos donde los ocupaban sus nuevos regentes.
Antes de entrar en materia hay que denunciar lo evidente. Si aquí hacemos referencia a la nula intervención del Gallardismo y sus representantes en el proceso de promover, aprobar y consolidar la reforma al Poder Judicial, esto no significa que la propuesta sea benéfica o fuera necesaria.
Seamos francos y claros; la reforma al Poder Judicial que promovió el presidente Andrés Manuel López Obrador es una propuesta apantalla-ilusos, a la que solo le tienen fe aquellas desangeladas personas que muy, pero muy equivocadamente, creen que nada puede empeorar. En su defensa, las ilusionadas masas que sueñan con que el país mejorará por derribar rencores que no comprenden, son apenas víctimas de condicionamientos políticos (aún de cúpulas), en los que creen que tienen capacidad de intervenir.
Decenas de estudios académicos de derecho constitucional comparado acumulados durante los últimos 13 años de historia latinoamericana, han evidenciado que el experimento político de someter a votación los nombramientos judiciales (los de Bolivia), en primer lugar, no resuelve la crisis de justicia de una sociedad y por otro lado no genera ningún interés en una ciudadanía desafecta de la política… porque sí, lo que harán al final es politizar, aún más, un poder del Estado. De hecho, en el caso de Bolivia, la transformación del poder judicial y el sometimiento de su estructura al poder del partido mayoritario solo sirvió como antesala para permitir la reelección de su presidente, y cuando la gente se dio cuenta de para que servía en realidad dicha reforma, los porcentajes de participación en la elección de jueces se fueron por los suelos.
Ahora, ¿qué vela tiene el gobernador potosino en este entierro?
Para empezar, el gobernador nunca tuvo claro de qué trataba el plan C de la Cuarta Transformación. Esta insistente promoción de reformas de gran calado que ayudarían a que el final del sexenio se tratara solo y únicamente del presidente, requería que los proyectos de la 4T y sus aliados en los estados estuvieran alineados en la misma sintonía: ganar tantas diputaciones y senadurías como fuera posible.
Gallardo Cardona en su terruño lo tuvo fácil, desde el inicio él sabía que no hay morenista en el país que se sienta cómodo apareciendo en público con gente del PVEM, por lo que resulto sencillo el anunciar que irían por separado para contender por el Senado.
De ahí en adelante, el gobernador y su administración solo debía hacer una cosa: ganar una senaduría y ayudar a que su aliado, Morena, ganara otra.
Lamentablemente, en tierra de personalismos, el ego es ley, y Gallardo Cardona no estaba dispuesto a compartir el costoso reflector que había mandado a hacer (con dinero del Estado) para su esposa Ruth González Silva; en consecuencia, en lugar de mostrarse como un líder natural de un movimiento, se dejó ver como lo que es: una cabecilla de una facción radical de política populista que prefería reventar mítines de Morena violentamente antes de perder protagonismo y terreno.
El resultado: el PVEM le dio dos senadores a la 4T, pero truncó las oportunidades de que Morena tuviera dos representantes potosinos en el Senado; en su lugar, Gallardo permitió que llegaran los senadores de Acción Nacional que, en contraste con los que la Gallardía pudo aportar, asistieron al Senado para hablar y defender su posición.
Y justo en esto último estribó la otra omisión del Gallardismo. Uno de los fieles del gobernador, Gilberto Hernández Villafuerte, ex alcalde de Soledad de Graciano Sánchez y ex diputado federal, llegó al Senado en fórmula con Ruth González y apenas asumió el cargo se le asignó a la Comisión de Puntos Constitucionales.
Pese a que Hernández Villafuerte iba como representante del PVEM potosino en este importante encargo, tal parece que nadie le explicó que podía (y de hecho debía) intervenir, pues durante las discusiones de la Reforma Judicial ni siquiera habló en su propia comisión para defender la propuesta del presidente.
Ese silencio del improvisado senador le valió su espacio dentro de la comisión y a dos días de que iniciaran las discusiones de la reforma, fue sustituido por una morenista de otro estado.
Luego estuvo la intervención de Ruth González Silva en la discusión de la reforma; contrario a sus compañeros de coalición, la senadora potosina del PVEM se mostró neutral en una discusión que exigía extremos.
Ruth habló de los trabajadores, de la necesidades de cuidar la permanencia de la carrera judicial y de su partido como primera fuerza política de San Luis Potosí.
Seguro en su mente, la intervención fue innovadora y urgente, pero la realidad es que sus comentarios parecieron más biena excusa tibia de una persona que no tiene certeza ni conocimiento de lo que votó.
Ruth no defendió la iniciativa en tribuna, no resaltó sus beneficios para el país, no desmintió los argumentos que asentó su compañera potosina; para todo efecto, la senadora Verde se quedó corta en su papel y poco le ayudó a la coalición de la que, supuestamente, participa.
Ya luego de que se aprobará la reforma, San Luis Potosí tenía la oportunidad de ser uno de los 17 estados en aprobar la iniciativa y hacer válido su carácter constitucional, pero tampoco pudieron con esto.
El gobernador lo explicó ayer y tiene razón, en San Luis Potosí existen plazos muy específicos en la ley para que una iniciativa deba publicarse con ciertas horas, antes de someterse a votación.
La justificación del gobernador es muy real, pero también lo fue su resignación cuando, ante la noticia de que 18 legislaturas ya habían cumplido con la exigencias, afirmó que la decisión de aprobar o no la reforma en San Luis Potosí ya no era trascendente.
¿Acaso Gallardo Cardona no se ha percatado ya que su supuesto apoyo a la 4T en realidad nunca fue relevante o trascendente para las cúpulas de palacio?
Lo grave del asunto es advertir que todo lo que financió y emprendió el gobernador en materia electoral no sirvió en realidad para nada.
Le metió el pie a Morena en las elecciones locales y solo dejó al bloque oficial sin un senador en el legislativo y obligó a que el Morenismo hiciera maromas con expanistas para aprobar la reforma; impuso de senadores a su amigo y a su esposa, pero estos tienen una capacidad argumentativa tan escasa, que terminaron ignorados y sustituidos en su primera semana de funciones; incluso la visita al Senado por parte del gobernador de nada sirvió, pues al regresar a San Luis Potosi, y al igual que su esposa, Gallardo Cardona tiene una opinón ambivalente sobre la reforma y solo se dice a favor de ella de dientes para afuera.
Unos podrían decir que el gobernador es mesurado, sin embargo, la realidad que se vislumbra es que, o no entiende la reforma y no le importa, o le entiende plenamente, no está de acuerdo y solo quiere que este capítulo se acabe sin pena ni gloria para su movimiento.
La realidad es que el Gallardismo como satélite de la 4T de nada le sirvió al Obradorismo para aprobar la reforma-regalo del presidente; y con este asunto casi por terminar, Morena ahora sabe que, tratándose de San Luis Potosí, siempre puedes contar con ilusos que te crean, pero no siempre puedes contar con ilusos que te ayuden.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.