Desde 2009, los autores de ese estudio sobre las golosinas han escrito trabajos para otras empresas como Kellogg, o para asociaciones empresariales del sector de carnes o de jugos de frutas. Los co-autores de O’Neil eran Theresa Nicklas del Baylor College of Medicine y Victor Fulgoni, ex ejecutivo y consultor de Kellogg cuyo sitio web lo presenta como promotor de “afirmaciones convincentes y científicas de diversos productos”.

Por supuesto que los estudios financiados por grupos empresariales no son el único problema en las investigaciones, pero Marion Nestle, profesor de nutrición de la New York University, estimó que a diferencia de otras investigaciones, estos estudios “pueden ser usados para fines de mercadeo”.

Los correos electrónicos muestran cómo los intereses financieros pueden motivar a los científicos. En 2010, Nicklas dijo que decidió abstenerse de asistir a una conferencia de General Mills porque no quería “poner el peligro” una propuesta que ese grupo iba a plantearle a Kellogg. Para otro proyecto, Fulgoni le aconsejó a O’Neil no incluir ciertos datos.

“Sugiero que nos enfoquemos primero en esto y que no hagamos más estudios hasta que Kellogg nos prometa más financiamiento”, escribió.

En un aparte del estudio sobre las golosinas, se advierte que los patrocinadores no tuvieron rol alguno en la redacción del documento, pero correos electrónicos de la universidad muestran que la Asociación Nacional de Fabricantes de Dulces hizo algunas sugerencias.