Historias Paralelas: Amor del bueno

Octavio César Mendoza

Existen muchas frases que intentan representar el sentimiento y/o la emoción más valorada por el ser humano: el amor.

Se dice que “Amor con amor se paga” porque la reciprocidad y la lealtad son monedas de oro. También se dice que hay “Amor del bueno” cuando se otorga desinteresadamente, con afecto, caridad, altruismo, cariño, por el puro goce de dar.

Decía Pablo Neruda que “Hay que dar para volver a dar” y Fito Páez afirma que “Dar es dar”; mientras que, si no me equivoco, fue Teresa de Calcuta quien dijo que debemos dar hasta que duela. Pero la máxima amorosa, sin duda, nos la ha dado Jesucristo: “Amaos los unos a los otros”.

En efecto, la experiencia humana más poderosa es amar. Amamos por naturaleza a los hijos, a la familia, a los amigos, a la tierra, a la pareja, al trabajo, al oficio, a la naturaleza, porque hemos construido un concepto de amor universal que nos enseña a hacerlo gracias a que en el corazón de cada ser humano existe un sesgo de bondad, de generosidad, de solidaridad, y de otros valores como el agradecimiento que son el cauce por donde fluye el amor.

También existen tesis filosóficas que nos dicen que el amor es una elección, así que elegimos amar en mayor o menor medida a una persona, a una actividad o a un objeto, y la admiración o la devoción son una forma de amar sin tocar, sin apego.

Las variables del amor se extienden en todos los ámbitos de la vida: los deportes, la comida, las artes, la poesía, las ciudades, los paisajes, las naciones, los líderes, los ídolos, las imágenes, los iconos, etcétera. Todo es amable.

Sin embargo, el amor también tiene escalas, matices, inclinaciones, profundidades, características y peculiaridades. No todo el que ama a su familia es una buena persona con los demás, y hay que tener especial cuidado con quienes dicen amar a sus enemigos, amar a Dios por sobre todas las cosas, o con aquellos cuyo amor propio es una exégesis del narcisismo.

La mejor forma de demostrar amor es no haciendo el mal y procurando todo el bien posible. Curiosamente, entre dichas acciones se encuentra la ambigüedad de la querencia y la mal-querencia.

Hitler amaba a Alemania. Trump quería todo para el pueblo americano que se pareciera a sí mismo. Putin ama a Rusia. Hasta la broma de que cuál comunista no ama a Mao es parte de ese manoseo del amor a interés y conveniencia. Ahí tenemos las muy cambiadas letras de Shakira el día de hoy, quien hace años decía “Ya vas a ver cómo van sanando todas tus heridas”, lo que demuestra que del amor al odio hay sólo un paso, y “se hace camino al andar”.

“Matamos lo que amamos/ lo demás no ha estado vivo nunca”, sentencia Rosario Castellanos (escribo de memoria, por si fallo de repente y ofrezco disculpas porque amo la espontaneidad de mi redacción y por ello a veces cruzo las Historias Paralelas).

Para un gobernante debe ser un requisito amar al pueblo. Decía Peña Nieto que él no creía que hubiese un presidente que despertase con la intención de “joder a México”, pero muchos lo han hecho y eso es porque no sólo se gobierna a los leales, sino también a los adversarios, a los enemigos, a los odiados.

Gobernar es, quizás, la forma más compleja de dar amor, porque se deben tomar decisiones sujetas a la razón y no a las emociones, pero también se deben equilibrar la compasión y la justicia, la bondad y la obediencia a la Ley, la generosidad y la buena administración.

Quienes se animan a conquistar el poder, lo hacen también para demostrar sus capacidades de amar, tratando de transferir a los desposeídos de un pedazo de patria, y de acabar con las injusticias que obran los rapaces. En la vid de la sociedad, hay uvas buenas y uvas malas, y el gobernante debe saber hacer la diferencia para levantar una buena cosecha y crear un buen vino aunque sea abstemio -nada mejor que un gobernante sobrio.

Nerón y Ozymandias, Ramsés y Julio César, Echeverría y Calderón, Salinas y López Obrador, son seres humanos, y el ejercicio del poder es humano, por lo que conlleva el riesgo de que las pasiones humanas se desborden.

En lo local de este Potosí, se dice que hubo un gobernador que sólo amaba su municipio, otro a la Huasteca, uno más que despreciaba el lugar donde nació, y otro más que tenía su corazón en el lugar donde se enamoraba. Eso propiciaba la desunión de las regiones, la envidia, los clasismos, y el abandono de muchas comunidades. ¿Y las criaturas y la gente qué culpa tienen?

Hace unos días, el gobernador del Estado, Ricardo Gallardo Cardona, anunció la remodelación de las zonas habitacionales más conflictivas del municipio de Soledad de Graciano Sánchez y de la capital. Cualquiera pensaría que por haber crecido en dicha primera localidad en comento, tiene una oculta preferencia por la misma; pero igual está remozando los barrios tradicionales de la Capital del Sí, los accesos y las vialidades de Ciudad Valles, los parajes turísticos y un montón de etcéteras.

En realidad, el gobernador no tiene malquerencias, aunque sí muchos críticos y envidias tan puntuales como relojes suizos, e igual de finas y distinguidas. “El Pollo” está agarrando parejo, y para eso se necesita mucho amor y mucha lana, pero también mucho valor -hubo un gobernador tan pálido que no invertía en nada porque no quería que fueran a hablar mal de él.

Por eso los agoreros del desastre están poniendo el grito en el cielo: que si los pasivos se han incrementado al borde del suicidio financiero, que si AMLO ya sintió celos del mandatario potosino, que si el Verde o el partido político que encabece el gobernador será una aplanadora en el 2024, que si no hay presupuesto que aguante tanta obra. ¿Eso le preocupa a la gente? No. La gente está feliz porque ve los beneficios que les está dando su voto mayoritario. La gente siente amor por quien la ayuda, y eso “Ya se nota” en las encuestas: Gallardo no suelta los primeros lugares.

Desear hacer todo el bien posible, brindar a la gente toda la ayuda necesaria, trabajar con todo el entusiasmo por todo el territorio y sus habitantes, es algo de lo que hoy se habla para bien y para mal, pero es real. No había sucedido desde hace poco más de dos sexenios.

Ahora sí que se trata de Amor del bueno, y por eso cito la respuesta que le dio “el padrino” a uno de sus “ahijados” de las redes sociales cuando cuestionó la calidad de los “renders” que hacen alusión a las obras a realizar en la colonia “Pavón” de Soledad: antes le invertían cien millones de pesos a las maquetas, y cien pesos a las obras -otra vez yo y mis apuntes referenciales de memoria. Disculpas.

El humor, por cierto, también es un gesto de amor.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Nació en San Luis Potosí en 1974. Actualmente es director de Publicaciones y Literatura de la Secretaría de Cultura, y también dirige la Casa del Poeta Ramón López Velarde y la Editorial Ponciano Arriaga. Ganó el Premio Nacional de la Juventud en Artes en 1995 y el Premio 20 de Noviembre en 1998 y 2010. Ha publicado siete libros de poesía y uno de cuento. Fundador de las revistas Caja Curva y CECA, también colaboró en Día Siete, Tierra Adentro, entre otras. Asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, siendo él presidente municipal, gobernador y director de Casa de Moneda de México.

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