Justino “Tino” Tello

"Caifanes: Antes de que nos olviden".

Joel Hernández Vázquez

Al gran, Justino «Tino» Tello, lo conocí hace unos veinte años en el tianguis de las vías, donde él se ponía allá por el 2005, haciendo caricaturas para costearse su carrera en la Facultad del Hábitat. Le compré una caricatura y le pedí su teléfono. Me lo escribió en un papelito y desde entonces nació una amistad.

Con Tino hice un montón de cosas. Entre ellas una obra de «PopArt Mexicano». ideamos unas tarjetas de presentación en el estilo de las biografías «Sunrise» de la papelería para tareas de primaria. Para esto, a Tino se le ocurrió retratarme onda cómic americano, situado en la estética de «Don Draper» de «Mad Men». De esa ilustración hicimos dos versiones: una con una pluma, porque escritor, y la otra fumando, para utilizarlas según la corrección política nos lo permitiera. Hice el texto del anverso y Zaira Wong se encargó de la curaduría final de tarjetita bio.

En un par de ocasiones, encargué con mucha, pero mucha anticipación -porque la agenda de Justino era complicada- retratos que obsequié para cumpleaños. Obviamente fueron recibidos con cejas alzadas y ojos bien abiertos. En ese momento me encargaba de soltar un refilón de realce; «es de mi amigo, Tino Tello».

En otra andanza con Tino nos vimos en Ciudad de México, donde él radicó por varios años mientras trabajaba para Yogome. No recuerdo en cuál estación del metro me citó, pero anduvimos hasta entrada la noche, de aquí para allá: comimos, bebimos, paseamos, y en algún punto hasta fuimos a comprar la figurita de Ganesha que aparece en la fotografía.

La sigo guardando en mi librero, con aprecio de aquel día.

Otro día, Tino visitó mi Estudio en Carranza con Bolívar. Esa fue una de las grandes celebridades que cruzaron esa puerta. Como era viernes, rompimos el día y estuvimos escuchando música toda la tarde. Tino Tello era un melómano y además tocaba la guitarra. Así que compramos una gran cantidad de cervezas que se fueron acabando al tiempo que alternábamos canciones en la playlist con joyas de nuestros acervos. Después de cada canción venía un «ahh», «ohh» y alguien hacía un sesudo apunte histórico sobre la canción o los autores.

Entre canciones, Tino, se sumergía en una libreta haciendo garabatos, después me las mostraba para reírnos con las formas raras con las que me caricaturizaba. Cuando las cervezas se terminaron, la seguimos en su casa amarilla de Reforma casi con Eje Vial.  Subimos por una escalera estrecha y llegamos a su cuarto oficina donde estaba aquella computadora con gran pantalla y la tablet donde sucedía la magia.
Tenía cientos de figuritas de acción de cuanta cosa: que de He-Man, que de los Cazafantasmas, de todo pues. Todo es todo. Tino tocó con su guitarra, cantamos y bebimos algún mezcal que por ahí había. Me despedí y llegué a casa, no sé cómo.

Para no variar, pensé, que luego, otro día volveríamos a echar relajo. Como siempre,hoy que no estás, me arrepiento de no haber disfrutado aquel día con más presencia, como si fuera la última vez que nos viéramos. Porque así fue.

Como siempre; me arrepiento de no haber escrito esto antes.

«Antes de que nos olviden,

nos evaporaremos en magueyes,

y subiremos hasta el cielo,

y bajaremos con las lluvias…»


Un abrazo, Profe.

Nos vemos en la vuelta.


Joel Hernández Vázquez

Diciembre, 2025.


#tinotello

Tino Tello y sus Tinaderas

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

San Luis Potosí, México. 1985 – ¿?

Soñaba con jugar en el América y anotar un gol en el Estadio Azteca. No pudo. Se hizo abogado. Escribe crónicas que se leen con voz de Kevin Arnold.
Siempre pierde las llaves.