La acción por la acción y otros actos diabólicos: el ejemplo de una ciclovía

Alejandro Hernández J.

El 14 de junio, el mundialmente reconocido flautista y director de orquesta Horacio Franco, fue entrevistado en Radio Centro por el periodista Julio Hernández López. Franco tiene la experiencia de haber pasado numerosos años en el extranjero; en efecto, realizó sus estudios en el Conservatorio de Ámsterdam, Holanda. La entrevista es, pues, rica en reflexiones profundas sobre el estado en el que se encuentra México desde la perspectiva de alguien que vivió en un país europeo “tan próspero y con tanta igualdad social”, aunque sin siquiera la “millonésima parte” de los recursos que posee el territorio mexicano.

Una de las ideas centrales de la entrevista es “la inconsciencia” dentro de la cual vivimos como mexicanos. La primera manifestación de esta reflexión ocurre cuando Hernández López pregunta al flautista sobre la música que disfruta escuchar al salir de fiesta. Franco afirma muy preocupado que la contaminación auditiva en restaurantes, gimnasios o plazas públicas ha llegado a límites inimaginables:

(…)  Dentro de treinta años (…) todos van a estar sordos de tanta contaminación auditiva y nadie le pone un freno […]. ¿Qué no se dan cuenta que esto no está bien? Y esto es una cuestión muy mexicana.

“¿En México nos damos cuenta de lo que estamos haciendo y de lo que está pasando?”, pregunta más adelante Hernández López. “No, esa es la inconsciencia más grande”, responde el entrevistado. Más tarde se impone una pregunta esencial: ¿qué hace de Holanda un país próspero e igualitario, aun sin poseer una parcela significativa de las riquezas que sí tiene México? En Holanda, responde Horacio, “primero piensan las cosas y luego las hacen”; “aquí nosotros primero hacemos, y luego vemos cómo vamos a planear”.

Un ejemplo local y reciente que permitiría comprobar la observación de Horacio Franco reside en la ciclovía piloteada actualmente en nuestra capital potosina. Se trata, sin duda, de un proyecto loable en muchos aspectos; no obstante, los testimonios documentados durante los últimos días por diversos medios coinciden todos en una grave falta de planeación por parte de las autoridades municipales.

A pesar de que el Ayuntamiento ha señalado que existe un trabajo de vinculación con los vecinos para hacer todas las correcciones necesarias al proyecto, los comerciantes de la avenida Himno Nacional denuncian que el municipio no se ha acercado a ellos. De hecho, varios vecinos y vendedores presentaron un escrito de inconformidad ante la Presidencia Municipal y la Dirección General de Seguridad Pública Municipal, y todo indica que una “lluvia de amparos” se acerca. Lo que es más, en una entrevista para Astrolabio, la diputada Alejandra Valdés Martínez, presidenta de la Comisión de Comunicaciones y Transportes, acusó la ausencia de una consulta o un acercamiento, por parte de los encargados del proyecto, ante la Comisión que preside.

Por otro lado, según un esquema del Instituto Municipal de Planeación (IMPLAN), de derecha a izquierda de cada carril de la avenida, se encuentra primero la ciclovía, seguida de un carril de estacionamiento con un ancho de 2.30m. Siguen después dos carriles de circulación para vehículos motorizados, de los cuales el primero es prioritario para camiones de transporte público.

Son muchos los señalamientos de preocupación sobre los riesgos de esta configuración para ciclistas, peatones y conductores. Por ejemplo: cierto es que el IMPLAN muestra en su esquema la presencia de bahías para transporte público; sin embargo, es de todos conocido que no hay una presencia sistemática de paradas oficiales para los camiones, los cuales hacen frecuentemente paradas en lugares aleatorios, o no se detienen en las paradas oficiales.

En una ciudad donde dos compañías, CityBus e Impacto Total, compiten libremente desde hace meses por el monopolio de las tarjetas de prepago -afectando así negativamente a todos los usuarios (competencia satánica, por cierto, como veremos más adelante)-, parece improbable que se tomen medidas correctivas sobre cualquier aspecto logístico del transporte público potosino. Ni hablar ya sobre la publicación de los horarios de las rutas, tan típicos en la realidad europea, tan ausentes en la nuestra, y tan necesarios para planificar, para trascender la acción a la mexicana.

Otra interrogante: en el marco de esta nueva configuración vial, ¿cómo se facilitará el abordaje a las unidades de transporte público para quienes tengan problemas de movilidad? Si la respuesta se asemeja a la que el Alcalde Xavier Nava declaró a los medios el sábado 22 de junio, al inaugurar la etapa piloto del proyecto, tal vez nos encontraremos en aprietos: “Cada quien es responsable de lo que haga en su vehículo y bicicleta.” Hacia el final de este artículo tendremos la ocasión de reflexionar brevemente sobre la condición del hombre ante su libertad y la responsabilidad individual y colectiva que esto implica.

Aunque los señalamientos del flautista Horacio Franco se verifiquen constantemente en nuestra realidad mexicana, lo cierto es que, al menos teóricamente, la reflexión y la acción son indisociables. Siguiendo la teoría de la actividad (cfr. Vygotsky, Leontiev y Engeström), la acción permite transformar la realidad, por lo que se trata de una relación entre sujetos y objetos. La acción nace de la voluntad y de la necesidad, pero su concretización depende del paso por un nivel intermedio entre lo volitivo y la ejecución de actividades.  Es aquí donde los sujetos implicados generan estrategias y organizan sus acciones, siempre de manera coordinada y cooperativa.  En definitiva, como señalaba el filósofo francés Edgar Morin, “la acción es estrategia” (2005), y quienes se saltan este nivel intermedio (lo mediato) son arrastrados por el demonio de la inmediatez.

Aunque afirma que “al hombre le fue dada la facultad de la idea-acción”, la que fuese la primera catedrática mujer en México, Aurora Arnaiz, sostiene que “los Estados modernos están enfermos de acción.” Desde luego, esta enfermedad está generalizada en el mundo entero y se deriva de una ideología mercantilista y materialista que encontraría sus orígenes en el Renacimiento y la Ilustración.  Sin embargo, el no detenernos a reflexionar puede llevarnos a la catástrofe: “¿A dónde van los pueblos víctimas de este afán indomable de la acción por la acción misma?”, se pregunta la jurista en un profundo ensayo. “A la destrucción…”, responde enseguida.

La autora prosigue: “En el mundo contemplativo hay exceso de ideas inactivas. En el político abundan las acciones irreflexivas.” Regresando a nuestra ciclovía potosina, este proyecto nos permite entrever que el culto político de la acción por la acción tiene una motivación publicitaria. Numerosos análisis, como el de Victoriano Martínez, alertan sobre el carácter propagandístico del proyecto potosino.

Sea como fuere, mantener el equilibrio entre la idea y la acción (la reflacción…) no es cosa fácil. Situarse en la “mediedad entre dos vicios”, es decir, en la virtud, es, según Aristóteles, “una hazaña”, pues “dar con el centro del círculo no es propio de cualquiera”, y “es propio de cualquiera y fácil el encolerizarse y el dar dinero y gastarlo…”. Ante el desolador panorama mexicano, Horacio Franco tiene, pues, toda la razón: si queremos que nuestra realidad mejore, la educación debe ser prioritaria, urgentemente.

El término educación proviene de dos palabras latinas: “ex” (afuera) y “ducare” (conducir). La educación se entiende como el medio que permite exteriorizar las posibilidades virtuosas de nuestro espíritu. También podríamos entender la educación metafóricamente como el recurso que permite alejarnos de los vicios a lo que somos más proclives de ser arrastrados: la contemplación excesiva o la acción irreflexiva, en este caso.

De hecho, el culto a lo inmediato podría ser de naturaleza demoniaca, hecho paradójico en un país tan devoto como el nuestro. En una entrevista sobre su libro “Satanás, una biografía no autorizada”, el escritor Salvador Hurtado reflexiona sobre el mal: “La naturaleza del mal consiste exactamente en que el inocente sea el que pague…”.

Según el autor, la existencia del mal depende de una condición humana fundamental: la libertad:

Si nosotros no tuviéramos elección más que hacer el bien, no tendríamos libertad […]. Podemos elegir lo que aporta a la comunidad (…) o lo que a mí me beneficia, pero destruye el ambiente […]. Total, yo tengo mis objetivos, y mientras yo los logre, la colectividad no me importa […] Es una elección ética […]. ¡Y eso es satánico en sí!

Ante estas reflexiones malévolas, ¿será prudente seguir tomando la vía de lo inmediato?, ¿conviene pensar que, sin una buena educación, haremos siempre las elecciones éticas correctas? Parece peligroso e ingenuo creer que cada quien se hará, espontáneamente, auténticamente “responsable de lo que haga en su vehículo y bicicleta”.

Por cierto, al parecer no habrá multas por no usar casco. Parafraseando un pasaje lleno de liberalismo, del embajador de nuestra música ranchera, José Alfredo Jiménez: “¡No nos amenacen! Ya estamos grandecitos, ya entendemos la vida; ya sabemos lo que hacemos.”  Así, se espera que uno sabrá hacerse responsable de su cabeza… y de la de los demás… Para los que, como dice la misma canción, estén decididos a “buscar otra vida” (si la vida después de la muerte existe…), nos vemos, pues, en una de tantas ciclovías. Mientras tanto, sigamos esperando “el amor o el olvido” de las autoridades, y ejerciendo nuestra libertad. El diabólico y mortal ejercicio de la libertad sin educación

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