Sangre de Coyote: Crónica de un manager neurótico, infiltrado entre gitanos desérticos y un bosque de flores en el barrio

"Sultans of Swing. Dire Straits" "Minor Swing. Django Reinhardt"

Joel Hernández Vázquez

Siete años atrás, caminando por Plaza de Fundadores, montaban el escenario para el soundcheck de un concierto público. El ingeniero de audio hacía los típicos: «un, dos, probando». Me acerqué a la consola y cuando estaban por terminar le pedí por favor una canción: «Sultans of Swing» de Dire Straits. Sonrió y la puso a todo volumen. Quién lo diría, los invoqué.

En noviembre del año pasado, en un golpe de audacia, cité en el Bar Tampico a Miguel Fajardo, arreglista, compositor y violinista de la banda, que semanas atrás venían de abrirle a los Gipsy Kings. Le propuse mis servicios como productor creativo. Platicamos recargando cada tanto rocola y mezcales, pedí la cuenta y cerramos con un apretón de manos.

Una semana después recibí una llamada. Micky había platicado con el grupo. Me esperaban al día siguiente en Real de Catorce (porque sólo Dios sabe que así funcionan las cosas con ellos) para conocer mi plan y hacerme una especie de prueba, nada menos que en la cena de gala de Pineda Covalin con la asistencia de personalidades de la talla de Marcelo Ebrard en la mesa principal. Crucé el túnel de Ogarrio con un aire a Hunter S. Thompson en Fear and Loathing in Las Vegas.

Las cosas salieron a pedir de boca. Contratado. La fase uno del plan estaba completada; con el alias de «El Profe» como nueva identidad, este cronista se había infiltrado con éxito en la manada. Mandé imprimir una nueva tarjeta de presentación: 
Joel Hernández: Sangre de Coyote. Project Manager.

Antes de seguir, los presento: Gerardo López, guitarrista, culto antropólogo y un escéptico de pocas palabras. Andrés Torres, acordeonista, el soul de la banda. Ricardo Ariceaga, bajo y contrabajo, maestro de artes. Dr. Jekyll y Mr. Hyde: serio, metódico, pero con el carácter explosivo de una cuerda que revienta. Miguel Fajardo, violinista, el empuje del grupo, frontman y, a veces, un divo total. Emanuel Mendoza, «El Máster», lujo del grupo: referente de la guitarra clásica.

El impacto de esa gala propulsó que el presidente municipal de Real de Catorce contratara de inmediato al grupo para el concierto de Fin de Año en la Plaza Palenque. Regresamos un par de semanas después. Esta vez haciéndome cargo de la operación logística; contratos, honorarios, hospedajes, alimentos y caprichos personales. After en el extravagante hotel de Sulahue para recibir el Año Nuevo; copas, abrazos y música. Al día siguiente, desayunamos cantando boleros y bebiendo cervezas al sol del primero de enero. Me imaginé en la escena de Sueños de Fuga, cuando toman refresco en la azotea después del trabajo.

 ***

A mediados de año Micky detectó abierta la convocatoria para el estímulo de creación artística federal, PECDA. Reunió al grupo y me soltó: «Profe, ármate una vaina, escribe un proyecto y coordínalo». Para escribirlo viajé a Puerto Escondido, mi segunda casa. Durante una semana trabajé en una idea; cinco presentaciones que regresaran al barrio. Una campana repicaba dentro de mi cabeza, la voz del comercial que me llevó a inscribirme, antes de entrar a la escuela de leyes, como instructor comunitario del CONAFE: «Tú puedes hoy mejorar el mañana»

Así se escribió «Sangre de Coyote: Semilla que Florece el Barrio», un circuito de cinco escalas. El Panteón del Saucito en el Día de los Fieles Difuntos: porque el barrio también está en sus muertos. El Centro de Reinserción Femenil y el Centro de Internamiento para Adolescentes: el barrio está en los que perdieron la brújula. La Casa del Migrante: el barrio vive en las manos de los que dejan todo para darlo todo. Para cerrar, el Hospital Central, área de oncología infantil: la música es medicina. Todo enmarcado en un documental profesional subtitulado al inglés.

Cuando el grupo completo dio el visto bueno supe que teníamos un hit.
Así fue: Premio PECDA para Producciones Escénicas 2025.

Con la responsabilidad de «coordinar la vaina» me encargué de encontrar aliados, no proveedores. Para el casting sostuve una charla personal con cada uno. El resultado, un crew, una pandilla. Perros de Reserva. Carlos Muñoz, cineasta del CUEC UNAM, en la cámara del documental; Beto Velázquez, con su ojo fino, en la fotografía y Roger Herrera, técnico de audio de Leo Marinero y Los Pacha.

Tocaba atravesar un laberinto de relaciones públicas, para hacer eventos en lugares que no estaban hechos, ni de lejos, para esto. Permisos, vinculación, diplomacia, producción y ejecución. Gracias a Dios —aunque de inicio las autoridades arqueaban las cejas— nos ayudaron con enorme entusiasmo. Desde luego, es más sencillo abrir las puertas con la charola por delante; zoom in de Guy RitchieenLock, Stock sobre mis dedos índice y anular con aquella tarjeta de presentación, una máquina de escribir teclea:  «S-a-n-g-r-e d-e C-o-y-o-t-e».

Haré una precisión importante para efectos de esta crónica. No es sencillo coordinar a un grupo de personas que, de entrada, se identifican como coyotes y, en segunda, son bohemios trabajando con un abogado neurótico de multipersonalidad. Todos fuimos niños problema; rebeldes de nuestras peculiares causas. Las discusiones de trabajo se tornaron, digamos, complejas; que si la distribución del presupuesto, que si mis honorarios, que si el vestuario, que si la hora de llegada, que si los caterings, que si podíamos cambiar la fecha de un evento que me tomó semanas cuadrar, o que alguien no llegó —sin avisar— a una entrevista. A veces hablas con el Dr. Jekyll y a veces con Mr. Hyde. Esta vez, me refiero a mí.

Varias veces, de camino a casa, pensé en entregar mi renuncia y seguramente ellos pensaron en pedírmela. Un par de ocasiones terminamos las presentaciones fastidiados sin siquiera despedirnos. Después entendí lo obvio: estábamos recorriendo lugares que encarnan muerte, encierro, castigo, destierro y enfermedad. Una gira sui generis en el mundo.
Detrás del enojo, habita la tristeza.

De cada una de estas presentaciones podría escribir una crónica entera, y es más, creo que estoy obligado a hacerlo. Todas fueron emocional, física y espiritualmente agotadoras para todos. Se trató de plantarse y hacer música donde falta el oxígeno.

Tengo que agradecerles algo más, que ahora les confieso: detrás había un homenaje personal para mi mamá, que me esperaba en ese panteón. También un recuerdo de ese hospital donde atendió su cáncer. En los quehaceres previos a los eventos tuve la oportunidad de visitar tres o cuatro veces esos lugares. Gracias por la bendición espiritual de haberme permitido regresar a ese panteón, a ese hospital, para despedirme, para caminar de frente al dolor y transmutarlo, con ustedes, en música.

En el Saucito limpié la tarima con el humo sagrado de la Salvia antes de tocar; regresé a casa y me senté en la orilla de la cama sin medir el tiempo. En la «Feme», la explosión de energía fue tanta que las guardias se volteaban a ver. En la Casa del Migrante, Andrés y yo nos abrazamos al terminar con los ojos en agua; me pidió un cigarro y no dijimos más. En el Centro para Adolescentes invitamos al Maestro Fernando Betancourt: sentado al centro, símbolo del árbol entre las semillas. Una chica se colgó el acordeón y cantó: «Tú Cárcel» de Marco Antonio Solís.
La semilla ya estaba dando flor.

La serenata en el Hospital Central será apenas este miércoles. Adelanto esta crónica porque pasará mucho tiempo antes de que yo pueda hablar de ello. Perdón.

El que entró no es el mismo que el que salió. La semilla también me la llevo yo, aquí el agradecido soy yo. El grupo tampoco es el mismo, sé que algo también se movió en ellos. De alguna manera, le tenía que cumplir a Miguel la palabra empeñada en aquella cantina. Para cerrar el año puedo sentarme con ellos, verlos a los ojos y agradecerles su confianza. Este doble agente, cronista infiltrado los saluda. Ahora viene la premier del documental, proyección en festivales nacionales e internacionales, un nuevo disco con temas originales y un nuevo tour.
Que Dios reparta suertes, Sultanes del Swing.

Este es mi informe.

Joel Hernández Vázquez

Alias: Profe.
Operación: Sangre De Coyote
.
San Luis Potosí, Capital.
Diciembre, 2025.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

San Luis Potosí, México. 1985 – ¿?

Soñaba con jugar en el América y anotar un gol en el Estadio Azteca. No pudo. Se hizo abogado. Escribe crónicas que se leen con voz de Kevin Arnold.
Siempre pierde las llaves.