Segunda parte de ‘Kilómetro 31’, terror perfecto

 

Guadalajara, Jalisco (02 de noviembre de 2016).- El tiempo en el cine mexicano se mide de forma muy diferente a como lo medimos en la vida real. Lo que para nosotros es un “próximo estreno”, para quienes trabajan en la industria del entretenimiento se puede traducir en años…o incluso una década. Y si hay alguien que lo sabe bien, ese es Billy Rozvar.

Entre la primera y la segunda parte de KM31 pasaron 10 años, bastante incluso para los estándares del cine nacional. “Es muy curioso, porque entre más queríamos trabajar en el proyecto, más cosas se cruzaban. Salió “Sultanes del Sur”, Navidad S.A.”, “Después de Lucía” o “El señor Ávila”. Entonces, o nos poníamos a hacer otra película, o salía alguna serie. También pasaba como todo en la vida, si había dinero, no había tiempo, y viceversa (risas)”.

La película, que retoma el mito de la “Llorona” y lo actualiza, cuenta con las actuaciones de Carlos Aragón, Mauricio García Lozano, Adriá Collado, Verónica Merchant e Iliana Fox, se estrena el viernes en la cartelera mexicana.

Más de 10 años como productor de películas le habría robado la sonrisa a muchas personas, pero algo tiene de diferente Billy, quien confiesa en entrevista que para él, el cine sigue siendo el gran amor de su vida, su pasión y una máquina de sueños, aunque en el caso de KM31, espera que sea un generador de pesadillas. “El público va a juzgar si es buena o mala, claro. Pero a nadie va a dejar indiferente”.

—En su momento a “KM31” se le alabó mucho por la creatividad y el ingenio con el que resolvió los efectos especiales a pesar de no contar con un gran presupuesto, ¿apostaron por seguir en el mismo camino?

—Una de las cosas que cambiaron mucho en estos 10 años fueron los efectos especiales. Lo que antes te requería usar grúas enormes y miles de dólares, ahora lo haces con un equipo que cabe en una maletita.

Aprovechamos ese salto de tecnología, y la película cuenta con 828 efectos visuales. Es compleja a nivel visual, pero también te llega con una buena historia, por ejemplo, si no vieron la primera, en los créditos de entrada hacemos un resumen, ¡no hay pretexto!

—Hablando de 10 años, ¿cómo evitar que el estrés, la lucha por recursos y la amargura te “aterrorice” de seguir haciendo cine?

—Me he mantenido muy fiel al tipo de persona que quiero ser. Yo y todos en Lemon Films. Cuando hicimos “Matando cabos” era inocencia pura, el no saber lo no se podía hacer fue precisamente lo que nos ayudó a hacer la película. Eso fue la virtud de este proyecto.

Ahora, 14 películas después y a 13 años de haber comenzado en esto, tenemos experiencia, pero sin perder la inocencia. Siento que lo importante en el cine es no perder la capacidad de sorprenderte.

—En México no hay un manual de cómo ser un buen productor de cine, muchos se hacen “en la faena”. ¿Qué se necesita para sobrevivir en este medio?

—Unos pantalones enormes (risas), por no decirlo de otra manera. Me acuerdo que me decían esa frase de “lánzate al precipicio y tus alas crecerán en la caída”. Y es cierto. Un buen guion no te hace ser taquillero. Tampoco ponerle “la carne al asador” a un proyecto hace  que sea un hitazo. Lo único que te va a quedar es ser honesto, hacer las cosas con tu propia voz y no querer imitar. Si conectas, lo lograste, si no, es mejor que hagas otra cosa con tu vida.

—Esa es una lección muy dura…

—Pero es la verdad. Si no te eres honesto y fracasas, ¿vas a culpar a terceros siempre? Eso es negarse a aprender. Cada película es tu batalla y tu talento tu escudo. Siempre debes ir con tu voz por delante.

—Diez años después, ¿sigue siendo el cine el amor de tu vida?

—Lo es. Y es más sexy que antes (risas).

 

 


Acecha en la sombra.

Si vas al cine a ver KM31 parte 2 y sientes que alguien te vigila desde la sombra, ese “alguien” podría ser Billy Rovzar. “Me gusta verla con público. Desde ‘Matando cabos’ lo hice una costumbre, porque como no soy el actor principal, no me reconocen (risas)”.

Billy no entra al principio de la película, sino al final, y se para en el pasillo de salida. “En ese pasillo, esos 15 metros entre la butaca y la luz del cine considero que escuchas los momentos más honestos de un espectador. Es allí donde dicen que les gustó o que no. Subo y bajo con la gente”.

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