Abelardo Medellín Pérez
La consecuencia de una duda razonable, suele ser una crítica sana; ambas, a su vez constituyen el sustrato del que se componen los gobiernos democráticos y funcionales.
Un gobierno (como ejemplo: del de un estado) además de administrar las actividades de su competencia en favor de la sociedad que lo compone, tiene el deber de procesar las exigencias y tomar en cuenta las opiniones durante el proceso. Al menos lo hará en aquellos casos donde dicho estado esté abierto al diálogo, a la atención de los pequeños detalles y la subsanación de los grandes problemas.
En su imperdible libro La casa de la Contradicción, Jesús Silva-Herzog apunta a que la democracia (y en consecuencia los estados que dirijan como democráticos) exige una “sospecha permanente”. No existen soluciones permanentes, no caben los milagros administrativos, ni tampoco las obras definitivas, mucho menos se agotan los detalles por perfeccionar.
De todo se debe dudar y cuando parezca que el proceso ha concluido, entonces es tiempo de escrutar el proceso y sus resultados. Está en el mejor interés democrático, que la ciudadanía abandone el pensamiento de “déjalo gobernar” y asuma la lógica de “se vigilará cómo gobiernas”.
Este ideal, de escrutinio constante, ha sido denostado repetidamente por el gobernador potosino Ricardo Gallardo Cardona y esta semana volvió a tener uno de esos desplantes fundamentalistas donde exige que la crítica se apegue al manual oficialista de: “aplaudir o callar”. Que no hay lugar para dudas que contradigan el discurso tan costoso del “se está trabajando”.
El 4 de octubre pasado, Astrolabio Diario Digital reveló que durante el “Primer Informe de Resultados” del gobierno estatal, la administración informó de un sobrecosto de 341.4 millones de pesos en 10 obras y acciones emblemáticas; una de estas obras fue la obra emblema del primer año, el Parque Tangamanga I, que en un inicio se dijo que costaría 200 millones de pesos y durante el informe se reveló que se necesitó de una inversión de 336 millones.
La información, apunta a que el gobierno subestimó de inicio el dinero que iban a necesitar o decidió gastar discrecionalmente más recurso del anunciado sin importar la forma en que se gastara. Cualquier versión de los hechos preocupa: o no saben planear o no saben gastar.
¿Qué respondió el jefe del Ejecutivo a este llano señalamiento de una inconsistencia en las cifras de su propio gobierno?
Esta semana, ante las diversas voces en los medios que develaron las claras diferencias entre montos anunciados y montos ejercidos (supuestamente), el gobernador Gallardo Cardona dijo que aceptaba con “cariño” la crítica, para luego agregar que:
“Todavía hay uno que otro despistado que publica mentiras, que denigran el trabajo del gobierno, lo quieren denigrar”.
Y con ese comentario, oficialmente el gobernador, que decide la agenda de espectáculos cada mes e impone su imagen en cada acción de su gobierno, declaró a su administración como una víctima de su propia información.
El gobernador no pudo explicar de dónde salieron los 136 millones de más del Tangamanga I, los 78 millones más del Circuito Potosí, los 22.5 millones más de la Casa de Gobierno, ¿por qué no?, porque se sentía denigrado. Ojo, no dijo sentirse descalificado, ni dijo que se haya cometido un perjurio contra su trabajo, dijo que se sentía denigrado, lo que técnicamente es más cercano a la difamación. El gobernador no negó los señalamientos, él sabe que las disparidades son verdad, le molesta que se publique la verdad y eso opaque, manche y quite reflector a su fama.
Lo que el gobernador busca en realidad con estos comentarios, es antagonizar a la crítica y someter la información a lo que sea que marque su agenda. Él no ve oportunidad en las dudas que surgen desde la ciudadanía, él ve un riesgo; eso es un problema, porque hoy son los medios, pero, ¿qué pasará cuando los cuestionamientos incomodos vengan de estudiantes, integrantes de movimientos sociales o trabajadores?, ¿también se descalificarán sus interrogantes?
La naturaleza intolerante del gobierno en turno no es una novedad, ya desde julio pasado tenemos claros ejemplos de cómo el gobernador preferiría mentir flagrantemente sobre temas serios, antes que admitir que su gobierno aún responde a compadrazgos y lazos familiares.
Lo interesante, es que luego de un año de gobierno, un actor político que prometía divergencia en sus formas, repita la inmadurez política que deviene en una empecinada falta de apertura y que asemeja mucho a las tradiciones de gobiernos de antaño. ¿Será acaso que el problema es el poder y no quien lo ostenta?
Mientras deciden si son criticados o denigrados, parece que el gobierno abandona el terreno democrático y entra en aquellas tierras, que niegan sus propios datos, conocidas como los pantanos proto-autoritarios no cabe los cuestionamientos fundados.
Nos quedamos pues sin oportunidad de aclarar inconsistencias, sin tiempo para la sana critica, con democracia a medias, con Gallardía sin lugar a dudas.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.