A 30 años de su muerte, la urgencia de contar con un líder como Salvador Nava Martínez

Por Victoriano Martínez

Justo cuando más se requiere de un líder como Salvador Nava Martínez, su figura –especialmente por todos los valores políticos que representa– genera reacciones encontradas en los personajes hoy protagónicos en la vida pública: a unos les estorba y pretenden desaparecerlo de la memoria colectiva; otros pretenden retomar su bandera sin haberla honrado en su oportunidad.

Para mala fortuna, a 30 años de su fallecimiento, ni en esos dos grupos ni en la sociedad entera ha surgido una persona con la capacidad de Salvador Nava Martínez para inspirar entre los potosinos de hoy una lucha cívica por la dignidad ciudadana que contrarreste la denigrante politiquería electorera que antepone los intereses personales y de grupo a los de la comunidad.

“En julio acabamos el circuito potosí, que es una gran obra que va a acabar en verdad con el 50 por ciento de todo el tráfico de la Salvador Nava, que también estamos viendo a ver si le cambiamos el nombre”, dijo el gobernador Ricardo Gallardo Cardona el 12 de mayo. El alcalde Enrique Galindo Ceballos, frente a él, asintió y soltó una carcajada.

Tanto Gallardo Cardona como Galindo Ceballos no podrían reproducir otra escena en la que exhibieran con mayor claridad una síntesis de su escaso compromiso con la historia, el desarrollo y los valores del pueblo que dicen representar, además de que –al hacerlo– le muestran una gran falta de respeto que se suma a la agresión constante con su propaganda de falsedades.

Dos personajes que no gobiernan, se promocionan hasta el ridículo ante su incapacidad para atender verdaderamente las funciones para las que fueron electos y, en su lugar, recurren a ese tipo de desplantes de su vocación delincuencial que toma el erario y la administración pública como botín a compartir. Una relación de conveniencia que anula su propia dignidad personal.

Si en su momento Marcelo de los Santos tuvo como lema “San Luis es nuestra casa, cuidémosla”. Gallardo Cardona y Galindo Ceballos se muestran como quien se ha apropiado la casa y, en el colmo del abuso, pueden hacer con ella lo que les venga en gana sin importar quienes la habitan, así sean sus legítimos propietarios… como si midieran cuánto más pueden abusar.

Si en su momento se nombró a la Diagonal Sur como avenida Salvador Nava Martínez, fue en reconocimiento a su trayectoria y a su contribución a la democratización del país, además de enaltecer los valores que enarboló para promoverlos en las nuevas generaciones.

¿De qué manera pueden justificar la pretensión de eliminar de esa memoria colectiva a Salvador Nava Martínez cuando ambos personajes evaden responsabilidades por sus actos del pasado?

Para Galindo Ceballos los nombres de poblaciones como Tanhuato, Apatzingán, Nochistlán y Ayotzinapa son nombres que están borrados en su memoria, y sólo el en su fuero interno sabe por qué.

Gallardo Cardona presume su liberación de la cárcel de Ocampo, Guanajuato, aunque recién acaba de describir –sin proponérselo– lo que quedó plasmado en el amparo que lo liberó: “muchos encierran a uno y se sale por temas legales y no regresan lo que se robaron, díganme qué gobierno ha recuperado el dinero robado, ¡ni uno!”, dijo el mismo 12 de mayo.

Una situación que muestra el alto contraste entre un politiquero como Gallardo Cardona y un verdadero líder que antepone el interés del pueblo y su dignidad como persona. Cuando Salvador Nava Martínez estuvo preso en febrero de 1963, al ser liberado publicó un desplegado en el que advirtió: “Acepto la Libertad como inocente exculpado y no como delincuente perdonado”.

Gallardo Cardona difícilmente puede decir lo mismo, pues fue liberado porque no lo acusaron por el delito que sí cometió, según el dictamen del juez en su sentencia de amparo, en la que describe con lujo de detalles la forma en que el hoy gobernador desvió 209 millones de pesos del ayuntamiento de Soledad de Graciano Sánchez a sus empresas.

El 20 de noviembre de 2021, Xavier Nava Palacios asumió la presidencia del Frente Cívico Potosino, la organización fundada por Salvador Nava Martínez.

Llegó a encabezar la agrupación navista con un déficit: venía de haber incurrido como alcalde en gastos excesivos en propaganda y en entrega de dádivas sin programas de fondo para atacar las causas de la marginación.

A esas actitudes abominadas por su abuelo, Nava Palacios sumó cálculos politiqueros errados que lo hicieron pasar por postulaciones electoreras perredistas, panistas y hasta morenistas.

No es lo mismo un ciudadano que antepone el interés de la población y por eso fue buscado por los partidos políticos como ocurrió con el Doctor Nava, que un Nava Palacios que se sometió a la lógica de unos partidos que tienen muy acreditada su nula voluntad de abanderar los intereses de la población.

Tras asumir la presidencia frenteciviquista, sus apariciones públicas han sido a través de redes sociales con un muy limitado activismo como contrapeso del gobierno gallardista, como se comprometió.

En cambio, cometió un descuido en su comportamiento personal difundido en un video en la Feria de San Marcos que, aun siendo del ámbito privado, no deja de abonar a poner en duda su convicción por los principios del navismo.

“¿Yo puedo ser liberal políticamente y fascista y machista en mi casa?”, se preguntó el filósofo colombiano Sergio de Zubiría Samper. “No puedo serlo porque hay una coherencia armónica entre lo público, lo privado y lo íntimo”, concluyó para señalar que una verdadera convicción democrática problematiza hasta ese tipo de situaciones personales.

Un déficit en su convicción y actitud congruente con el navismo difícil de superar para Nava Palacios, sobre todo cuando en seis meses al frente de la organización navista ha dado pocas señales de honrar, ahora sí, los valores que personificó su abuelo.

A 30 años de la muerte del doctor Salvador Nava Martínez, como nunca San Luis Potosí padece por su ausencia, pero también como nunca los motivos de la dignidad ciudadana se encuentran tan avasallados que difícilmente puede surgir el líder que hace falta, a pesar de los agravios que se acumulan desde el poder público.

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