La inseguridad no se combate con propaganda

Por Victoriano Martínez

Hay indicadores que siempre serán preocupantes y el caso más emblemático es la percepción de inseguridad que tiene la población.

Las empresas encuestadores privadas y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) no han dejado de dar cifras alarmantes en los últimos años, pero para quienes definen las estrategias para combatir la inseguridad han tenido una utilidad que nada tiene que ver con resolver el problema.

Una pervertida utilidad de la que el alcalde Enrique Galindo Ceballos echó mano para ocupar el cargo que hoy ostenta.

Galindo Ceballos combinó su larga trayectoria como policía con el panorama de inseguridad por el que ocho de cada diez habitantes del municipio capitalino viven con miedo para prometer lo que ese temor contribuye a que mejor respuesta para tal ofrecimiento: servir y proteger, fue su lema de campaña.

Como instrumento de campaña, no hay candidato al que no le resulte útil la inseguridad para aprovechar la aspiración general de vivir en un clima social de seguridad.

El otro lema en las pasadas campaña electorales fue “Vivir sin miedo”, y resultó muy efectivo a pesar de no estar combinado con un personaje con antecedentes policiales, sino de todo lo contrario, hasta de confrontación con la trayectoria del hoy alcalde.

En ambos casos, lejos de resultar útiles los indicadores de inseguridad para definir estrategias para su combate, lo fueron para definir estrategias de campaña para aprovecharse de la esperanza de los electores por contar con un gobernante que efectivamente trabaje por su seguridad.

Una vez llegados a los cargos, los indicadores de inseguridad no dejan de perder esa utilidad de proyectarse como salvadores de la situación. Pero sólo queda en eso: promoción de imagen.

Galindo Ceballos adquirió en arrendamiento patrullas con colores vistosos y un error ortográfico en sus rótulos con fines de posicionar su imagen corporativa, cual si el ayuntamiento fuera su negocio privado y no una institución gubernamental.

Sobre el abatimiento de los índices de inseguridad es preferible ocultarlos, aparezcan donde aparezcan, y si para menospreciarlos hay que manipular la información de encuestas como la de RUBRUM, mejor: preferible señalar que se encuentra entre los mejor evaluados como alcalde y ocultar que ocupa los últimos lugares por la inseguridad.

Es mejor ignorar los indicadores de inseguridad porque afectan la imagen, que utilizarlos para definir estrategias reales para su combate. Total, con propaganda hoy se ocultan y, cuando resulten útiles para ganar votos, saldrán a relucir en sus propias campañas si lo requieren, y seguramente en la de otros igual que ellos.

El gobernador Ricardo Gallardo Cardona no arrendó, sino que compró patrullas, presumió que más baratas que las del alcalde, aunque aún oculta contratos y facturas, le cambió el nombre a la corporación policiaca estatal… y es todo lo que ha presumido.

Resultados de una estrategia específica de combate al crimen quizá aparezcan en su primer informe de actividades, porque a la fecha sólo ha habido comentarios sesgados en torno a encuestas y datos publicados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

En el caso de la percepción de inseguridad, en los últimos siete años se ha podido decir, sin estar alejados de la realidad del dato arrojado por la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI, que ocho de cada diez habitantes de la ciudad viven con miedo.

Poco importa si en un trimestre el porcentaje es del 83 por ciento y en otro del 77 por ciento, el hecho es que en número redondos no deja de ser ocho de cada diez, y resulta ridículo que las autoridades celebren como avance que disminuya uno, dos o hasta cinco ¡centésimas de punto!

Sólo hasta el día en que sea uno o dos de cada diez los potosinos que vivan con miedo podrán presumir un real avance porque representará que se aplicó una estrategia que disminuyó la presencia de la delincuencia a tal grado que lograron invertir la condición de temor y en ocho de cada diez infundieron la sensación de vivir seguros.

Antes, todo lo que digan y promocionen no será más que propaganda de mal gusto para tratar de verle la cara a un pueblo angustiado.

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