¿La señal que faltaba?

Por Victoriano Martínez

En tiempos de acciones positivas, toda acción negativa debe ser condenada.

En tiempos de una Legislatura precedida por otra que se caracterizó por los escándalos en el Pleno, cualquier exabrupto no sólo la rememora, sino que enciende una alerta sobre la que parece una maldición para el Poder Legislativo: cada Legislatura resulta peor que la anterior.

“Es usted una dama y merece mis respetos. Y yo hubiera querido que fuera un hombre para partirme la madre en esta tribuna para decirle en materia de seguridad lo que se debe de hacer”, fue la expresión altisonante con la que el diputado Edgardo Hernández Contreras se dirigió a la diputada Beatriz Benavente Rodríguez.

Se discutía llamar a comparecer al gobernador Juan Manuel Carreras López para que rindiera cuentas sobre el tema de seguridad, durante la sesión de este jueves.

Pero esa no fue la única salida de tono que manifestó con viveza Hernández Contreras. Hubo otra, durante la misma intervención, en diálogo con la diputada Sonia Mendoza Díaz, presidenta del Congreso.

– Eso no le permite faltarle al respeto a las diputadas y a los diputados… –alcanzó a decir Mendoza Díaz.

– No le estoy faltando al respeto. Y sabe qué, más nos lo faltan los delincuentes cuando… Ojalá no le pase nada en su integridad física y a su familia porque entonces la voy a ver aquí llorando si es usted indolente…

– ¿Usted me está amenazando, diputado? Y me falta al respeto también.

Hernández Contreras respondía a la intervención de Benavente Rodríguez, quien se manifestó en contra de la comparecencia de Carreras López por considerarla fuera de tiempo tras las comparecencias de sus funcionarios.

Si bien un exabrupto no hace tekmoles ni desfassiuxes, las señales (malas) que ha dado la LXII Legislatura se van acumulando, y va la primera que se le acerca al tono de esos dos personajes de triste memoria.

Mal intencionada o no, la actitud de Hernández Contreras, lejos de abonar a la postura que se paró a defender con tanta indignación, la hizo pasar a un segundo término.

La atención pública, vía redes sociales, medios de comunicación y seguramente en pláticas de café, se centrará en la agresión a la diputada priísta de tal manera, que incluso se ignorará que cinco diputadas se lo reprocharon desde la misma tribuna y él mismo volvió a intervenir para disculparse.

Una disculpa que marca una diferencia con dos de los personajes que más denigraron a la anterior Legislatura, pero que no resultará suficiente si vuelve a privilegiar la emoción del momento sobre la importancia del tema a debate.

Son muchos los aspectos en los que la LXII Legislatura debe diferenciarse de la anterior, y eso incluye elevar la calidad del debate.

Es la Legislatura con más mujeres en toda la historia, pero también sobre la que más expectativas se tienen para que dignifique al Poder Legislativo.

Por lo mismo, es la que más oportunidades tiene realizar acciones positivas, pero también la que más puntos de contraste puede tener con su antecesora que, por muchas razones, fue considerada como la peor.

Llevan seis sesiones ordinarias y si un exabrupto no hace tekmoles ni desfassiuxes, emblemas de la LXI Legislatura, es un llamado a la autocrítica, a considerar las malas señales dadas hasta ahora y a desandar aquellas que van en la ruta de sus antecesores.

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