“Si te cachamos, te linchamos”

Por Victoriano Martínez

En esta ciudad en la que ocho de cada diez habitantes se sienten inseguros, según las cifras del INEGI, comienza a volverse necesaria otra estadística: ¿cuántos habitantes han decidido organizarse ante el fracaso de las instancias de seguridad pública para auto protegerse y, en los extremos, hacerse justicia por propia mano?

Poco se informa de los intentos de linchamiento que ocurren no sólo en la ciudad, sino en todo el Estado, a pesar de que –por datos que se dan de manera esporádica– se sabe que son mucho más frecuentes de lo que se pudiera imaginar.

Se dijo que en 2018 ocurrió un promedio de dos intentos por día. Para fines de 2019 se aseguró que la cifra rebasaba los 200 intentos. Tan delicado resulta el tema, que la autoridad prefiere no referirse a los linchamientos efectivos como tales.

La mañana de este lunes se reportó el caso de “un hombre poli contundido” en la colonia Las Flores.

“Las primeras versiones apuntan a que el ahora occiso presumiblemente fue sorprendido robando en la zona y varios vecinos lo habrían golpeado en diversas partes del cuerpo”, señaló en su comunicado la Fiscalía General del Estado.

Prácticamente describe el linchamiento, pero evita calificarlo como tal.

Alejandro Leal Tovías, ex secretario de Gobierno, en algún momento responsabilizó al nuevo sistema penal acusatorio de la indignación ciudadana ante la puerta giratoria al grado de protagonizar actos de justicia por propia mano.

Omitió, desde luego, cualquier referencia al fracaso de las estrategias de seguridad pública y a las serias deficiencias en la procuración de justicia desde la Fiscalía General del Estado.

“En una sociedad, todo criminal tiene que correr un riesgo y en nuestros sistemas judiciales no corren ningún riesgo, el único que corre el riego es la víctima. Hacemos un llamado… si no quieren que haya linchamientos, que la autoridad llegue a tiempo”, planteó en su momento Juan Jesús Priego Rivera, vocero del Arzobispado.

Este lunes, esa sentencia –si no quieren que haya linchamientos, que la autoridad llegue a tiempo– volvió a dejar un saldo de una persona muerta y un grupo de vecinos convertidos en asesinos.

Un saldo sobre el que todos los días se tiene el riesgo de que vuelva a ocurrir. Sólo basta ver en cuántas colonias han aparecido lonas y avisos sobre “vecinos vigilando”.

Avisos que llegan a los extremos de advertencias directas: “Si te cachamos… te linchamos”.

Si a pesar de ser frecuentes los intentos de linchamiento poco se informa sobre ellos, hay otro aspecto sobre el que también la autoridad ofrece poca información, aunque es posible que sea por falta de resultados.

En septiembre del año pasado, el Ayuntamiento inició un programa integral de seguridad vecinal, mediante el que se propuso distribuir en 100 colonias “mil 500 alarmas vecinales con cámaras de video vigilancia listas para colocar en los hogares; 420 alarmas para negocios comerciales, así como 2 mil alarmas personales”.

“Inhibir la comisión de delitos, y activar mecanismos electrónicos que redunden en la presencia inmediata de elementos policiales, o de cualquier otro servicio de emergencia como ambulancia y del Cuerpo de Bomberos, son las funciones del sistema que supone un gran aliado para la prevención y resolución de casos”, explicó el ayuntamiento en un comunicado.

¿Cuántos delitos ha inhibido ese programa? ¿En cuántos casos se ha dado la presencia inmediata de los elementos policiales y cuántos delincuentes han sido aprehendidos producto de esa reacción? Y lo que resulta relevante para la prevención de linchamientos o de sus intentos, ¿con cuántos “vecinos vigilantes” se han coordinado?

La proliferación de colonias con letreros de advertencia a los delincuentes va de la mano de un hartazgo ante la falta de autoridad que garantice la seguridad pública, y abre paso a una paranoia que se explica, pero que en su momento no puede justificar un linchamiento.

Pasar de ocho de cada diez habitantes con miedo a un número cada vez mayor organizados para reaccionar ante ese temor por los escasos resultados de los programas de seguridad pública, lo único que exhibe es la fórmula para una espiral de violencia cada vez mayor, cuyo principal impulso está en la incapacidad o falta de voluntad de la autoridad para combatir a la delincuencia.

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